16 de juliol, 2007

Las paradojas del Partido Democrático (2)

Artículo publicado en la sección "Vuelta al Mundo" de la edición de junio de 2007 de la revista El Ciervo


El nuevo Partito Democrático italiano (PDI), como vimos en la Vuelta del mes pasado, es un fenómeno muy italiano, hijo de la especificidad de la historia política de aquel país. Pero al mismo tiempo –y ahí está su gracia- supone una aportación como mínimo interesante a la política europea, que podría abrir un debate relevante sobre el futuro de la izquierda continental.

Son tres las contribuciones, a mi parecer, no prescindibles, que PDI aporta:

1) La necesidad de construir un sujeto político europeo, un partido europeo, para culminar la construcción de Europa, hacer la Europa política y convertirla en el actor global que debería ser si queremos dirigir la globalización en la dirección adecuada. Dice el manifiesto fundacional del PDI: “Queremos (…) contribuir a renovar la política europea, dando vida, con el PSE y las demás componentes reformistas, a un nuevo y amplio campo de fuerzas, que supere la falta de orientación política en la escena continental. Y queremos concurrir a la construcción en el mundo de una nueva alianza entre aquellos que quieren hacer de la globalización una oportunidad para la mayoría, y no una ocasión para reforzar el poder y la riqueza de unos pocos.”

Sin duda, los partidos socialistas de la UE no han sido, por ahora, capaces de articularse en un único sujeto político europeo, es decir, dar el salto a la lógica federal. Siguen presos de la lógica nacional. La excusa ya la sabemos: mientras no haya un auténtico gobierno europeo, con sus propias elecciones, un verdadero PSE no será posible. Pero es como el pez que se muerde la cola: ¿qué va primero, el gobierno federal europeo o los partidos europeos que lo deberían impulsar? La sola amenaza del PDE puede ser un buen revulsivo para que el PSE avance en esta dirección.

2) Como el PDI ha nacido de un pacto entre ex-comunistas y católicos progresistas, ha obligado a sus promotores a hacer un profundo debate sobre la laicidad. El citado manifiesto habla de “el reconocimiento de la plena ciudadanía – y en consecuencia de la relevancia en la esfera pública, no solo privada – de las religiones.” Y concretamente afirma: “Las energías morales que emanan de la experiencia religiosa, cuando reconocen el valor del pluralismo, representan para nosotras un elemento vital de la democracia”. A mi entender, que la izquierda proclame tan abiertamente que sus valores requieren “energías morales” y que las religiones tienen ahí un papel que jugar es un paso decisivo en la evolución de esta anciana y noble tradición.

Proclama el nuevo partido que sus principios básicos son: la libertad, la igualdad, la solidaridad, la paz y la dignidad de la persona. "Estos valores -dice el manifiesto- tienen sus raíces más profundas en el cristianismo, la ilustración y su compleja y sufrida relación. Se alimentan tanto del pensamiento político liberal, como del socialista, como del católico democrático”. En un
artículo dedicado al PDI, el periodista Lluís Bassets escribe: “Un partido que recoja la tradición política más genuinamente europea. La socialdemócrata de un lado, y la demócrata cristiana de otro, dos variantes del socialismo cristiano, uno de tradición laica y otro de tradición religiosa, pero cristianos y socialistas ambos. Los dos partidos que han hecho Europa. Los partidos del Tratado de Roma. (…) Los partidos del modelo social europeo, justo en el momento en que se halla en crisis. Es el que lleva en el corazón el último padre de Europa que ha sido Jacques Delors.”

Si este encuentro de tradiciones no se salda en un simple giro al centro y una difuminación ideológica, para nada estimulante, entonces sin duda representa un reto apasionante que sería absurdo ignorar. La izquierda, sin duda, necesita inspiración: motivaciones limpias, raíces espirituales. De ahí que el encuentro entre la narración ilustrada (progresista) y la cristiana sea positivo, porque una pone la letra y la otra la música.

3) La democratización interna de los partidos. Sobre esto, hablaremos en la próxima Vuelta.

12 de juliol, 2007

Las paradojas del Partido Democrático (1)

Artículo publicado en la sección "Vuelta al Mundo" de la edición de mayo 2007 de la revista El Ciervo


Empezábamos nuestra Vuelta de marzo diciendo: “En la izquierda italiana, se intercalan estos días dos debates complementarios, tan necesarios como apasionantes. Por un lado, está el debate de los intelectuales y los filósofos a propósito de la ofensiva ratzingeriana contra el relativismo.” El segundo de estos debates es el que ha dado pie a la constitución, este abril, de un nuevo sujeto político: el Partito Democrático (PD). Sin embargo, desde marzo hasta aquí, el debate sobre el PD ha dejado de ser un debate estrictamente italiano para convertirse también en tema de controversia en Catalunya, gracias a las reflexiones que sobre un futuro Partido Democrático Europeo (PDE) ha hecho en público el ex presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall. Lo cual añade, sin duda, todavía más interés a la cuestión.

Nace el PD italiano de la fusión orgánica de dos espacios políticos: por un lado, los democristianos de izquierdas, que después de la opa berlusconiana al espacio histórico de la DC, se refugiaron en “La Margherita”, y que tienen al primer ministro Prodi como máximo referente político; por otro, los ex comunistas del PCI que, después de múltiples reconversiones ideológicas y estratégicas, respondían actualmente al nombre de “Democratici di Sinistra” (DS), con D’Alema, Fassino y Veltroni al frente.

El debate que ha rodeado al nacimiento del PD ha sido de una altura considerable, como es de costumbre en el país vecino. Pero la apuesta tiene sus claroscuros. Por un lado, este nuevo actor político no hace sino culminar una vieja tradición italiana de diálogo entre la cultura laica de tradición comunista y el cristianismo social. Tradición que arrancó con el compromesso stórico de Berlinguer y Aldo Moro -compromesso abortado, no lo olvidemos, por medio de un magnicidio- y que luego renació décadas más tarde en el “Ulivo”. El PD es, de algún modo, la conversión en un único partido de las familias políticas que el “Ulivo” ya juntaba en una fragmentada coalición.

Los nietos de Don Pepone y Don Camilo por fin se casan definitivamente. ¿Qué es, pues, lo mejor de este encuentro tan italiano? Reafirma a los democristianos de izquierdas en la laicidad del Estado en un país donde la omnipresencia de la Iglesia en la vida política sólo es imaginable para quien vive allí. Prodi y la ministra Bindy, por ejemplo, no han rehuido el conflicto con el ultraconservador Ruini, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, a la hora de defender la ley de parejas de hecho. Al mismo tiempo, contribuye a que la izquierda laica a reconozca sin ambages el papel positivo, para el progresismo político, del cristianismo socialmente comprometido. En otras palabras, el PD debe contribuir a evidenciar que, cuando Berlusconi afirma, como hizo en la manifestación del Family Day, que “ser de izquierdas y cristiano es una contradicción”, hace el ridículo más clamoroso y una demostración de indigencia intelectual. El PD tiene que servir para no dejar el monopolio del cristianismo público en manos de la derecha, lo cual en Italia no es poco.

En el debe del nuevo PD, sin duda hay que anotar el hecho de que Italia se queda sin un partido mayoritario explícitamente socialista, o explícitamente de izquierdas –por mucho que sus dirigentes explican una y otra vez que en este nuevo partido deben caber todas las izquierdas-. Se define el PD como partido reformista, como partido comprometido con la construcción de la Europa política, como partido amplio donde todos deben caber: aquellos que se reconocen socialistas y aquellos que no, desde el centro hasta la izquierda. Pero el PD deja sin partner italiano al Partido Socialista Europeo -si bien los líderes del PD afirman que aunque no estarán en el PSE, sí estarán con el PSE-.

Esta apuesta, lógicamente, ha dejado descontentos a una parte importante de la DS que no ve con buenos ojos la difuminación ideológica –de la identidad de izquierdas- que esta operación implica. Y menos en un momento en que las transformaciones tecnológicas y económicas del nuevo capitalismo están intensificando las desigualdades sociales. De tal modo que un 25 % de los delegados de la DS han optado por desmarcarse del proceso e impulsar un nuevo partido socialista, formado por antiguos PCIs y algunos referentes del viejo socialismo italiano.

¿Tiene sentido el proyecto del PD para Europa? ¿Y en Catalunya? Nuestra respuesta en la Vuelta del mes que viene.