21 de setembre, 2006

Cuando Catalunya decide su futuro

Es sabido. La gran anormalidad de la democracia catalana, si se contextualiza en el marco del resto de democracias europeas, es que en ella el combate político, desde la transición y la recuperación de las libertades, no se ha centrado en el eje clásico izquierda-derecha, sino en otro eje, diríamos específico del tablero político catalán, como es el eje España-Cataluña. Las campañas electorales de las autonómicas se centraban más en la capacidad de los partidos para defender «los intereses de cataluña», que en su capacidad para defender los intereses de una u otra de las clases sociales que forman este país. Fue la obra maestra de Pujol, que le permitió vencer cómodamente durante dos décadas.


Con la llegada del tripartito, si vamos a los hechos y dejamos el ruido aparte, esta anormalidad empezó a corregirse. La alianza para formar gobierno se fraguó de acuerdo con la lógica izquierda-derecha: los tres partidos de la izquierda, PSC, ERC e ICV formaron mayoría, con un programa claramente social. Después de tres años de ejecución presupuestaria, la obra de gobierno realizada por el tripartito es la mejor prueba posible del abismo que media entre un gobierno de izquierdas y uno conservador, también a nivel autonómico.La mejor prueba de cómo entre el modelo de Estado de Bienestar de la izquierda y el de la derecha nacionalista hay un mundo.

Vayamos punto por punto. ¿Qué gobierno ha hecho un pacto nacional por la educación, que permitirá poner freno a la creciente divergencia entre la calidad de la escuela pública y la de la escuela concertada que venía sufriendo cataluña en el último lustro, a cuenta del aumento de los alumnos inmigrantes? ¿Qué gobierno catalán ha conseguido arrancar del Ejecutivo central un pacto sin precedentes para financiar el déficit estructural de la sanidad catalana? ¿Qué gobierno ha impulsado un plan de vivienda que ha construido -o empezado a construir- en tres años el triple de viviendas sociales que los gobiernos anteriores en cuatro? ¿Qué gobierno ha aprobado una ley de prestaciones económicas de carácter social que según las estimaciones hechas reducirá, en el plazo de seis años, la pobreza en Cataluña en un tercio? ¿Qué gobierno ha incrementado en 2000 efectivos la plantilla de los Mossos d´Esquadra, casi un 15% más?

Miremos el capítulo que miremos, educación, salud, vivienda, servicios sociales, seguridad, la comparación no ofrece dudas. Hay un modelo de Estado de Bienestar de izquierdas, que cree en el sector público y su capacidad para distribuir igualitariamente las oportunidades, y un modelo, el de CiU, que segrega la escuela concertada de la pública, incapaz de atajar la degradación financiera de la sanidad pública, sin política de vivienda social, que propone eliminar un impuesto tan progresivo como el de sucesiones, y no seguimos porque no hace falta. cataluña, en unas autonómicas, lo que decide es qué modelo social prefiere, cuál elige.

El reto de los socialistas catalanes es convencer a una parte del electorado catalán que los apoya en las generales, pero que no acaba de hacerlo todavía igual de masivamente en las autonómicas, de que son éstas elecciones aquellas que más afectan su vida cotidiana. Es a este electorado a quien le va la vida en la calidad de los servicios públicos, de los colegios, los hospitales, la seguridad. En las autonómicas no nos jugamos ya, una vez aprobado el Estatut, la identidad y el reconocimiento de cataluña, sino el tipo de Estado del Bienestar que queremos para nosotros, nuestros hijos y nuestros padres.

Publicado en el diario EL MUNDO de Catalunya, 15 de septiembre de 2006

07 de setembre, 2006

¿Maragall ha sido Pascual?

No son pocos, en Cataluña, los que creen que Pasqual Maragall, con su decisión de no repetir como candidato a la Generalitat, no ha hecho sino seguir, de modo incluso trágico, el destino que su propio nombre indica. El president sería el cordero pascual del rito político español actual, el inocente sacrificado para lograr el nacimiento del Estatut y, con él, de la España plural.

Maragall sería, pues, aquél que asume su crucifixión si con ello la buena nueva federal queda a salvo y puede seguir su curso, y propagarse por medio del resto de reformas estatutarias. Sería el profeta que lleva al pueblo hacia la tierra prometida de la España plural, pero se queda a sus puertas. Su retirada sería, según esta interpretación, la pieza que se habría cobrado el PP a pesar de su derrota política. El PP, en efecto, ha sido el gran perdedor de la batalla estatutaria. Pero la marcha de Maragall podría ser vista como el precio pagado por sí mismo, a cambio de ganar esta batalla a la que había arrastrado al PSOE entero.

Muchos pueden pensar que la campaña del PP puso contra las cuerdas a bastantes barones y líderes territoriales del PSOE durante meses, y que Zapatero aguantó a su amigo catalán hasta que pudo y que las encuestas se lo permitieron. Pueden recordar que CiU exigió la cabeza de Maragall a cambio de aprobar el Estatut en el Parlamento catalán y en Madrid. (Por cierto, ¿se imaginan a Felipe González reclamando la cabeza de Suárez, el año 78, a cambio del sí del PSOE a la Constitución? Impensable, en efecto).Pueden creer que Zapatero, visto el acoso del PP, necesitó marcar cierta distancia respecto de ERC y acercarse a CiU, el antiguo socio de los populares, para blindar prudentemente su estabilidad de gobierno. Pueden sospechar que la obcecación de ERC lanzó por la borda los buenos propósitos maragallianos.

Pero esta interpretación sería cierta si la decisión de Maragall no hubiera sido una decisión libre, sino forzada. Si no hubiera sido una decisión feliz, sino triste. Y no lo ha sido. Créanme.Ciertamente, muchas veces explicó el president públicamente que su idea era estar ocho años en la Generalitat, los suficientes para dejar encauzado el proyecto de una nueva Cataluña, más justa socialmente y más impura culturalmente, más ciudadana, abierta a España y volcada a Europa y al Mediterráneo. ¿Por qué, pues, no repite? Precisamente, porque ha ganado la guerra, la del Estatut y la España plural. ¿Pero no sería éste un motivo más para repetir? Los guerreros victoriosos no se retiran así como así, ¿no es cierto?

Aceptemos que la energía empleada en esta victoria ha sido mucho mayor de la prevista. No imaginábamos hasta qué punto el PP sigue anclado en sus fantasmas franquistas y centralistas. No suponíamos hasta qué nivel CiU es un partido capaz de olvidarse del país, del interés general, del patriotismo, con tal de recuperar el poder. Su cinismo estratégico ha alcanzado cotas insuperables: vetó el nuevo Estatut cuatro años a cambio del apoyo del PP; luego, con el tripartit en la Generalitat, condicionó el Estatut al concierto económico; para acabar, finalmente, aceptando ante Zapatero el modelo federal de financiación que no había querido aceptarle a Maragall seis meses antes.

Como la batalla seguirá -tanto en Cataluña contra CiU, como en España contra el PP- Maragall, con la paz interior de la victoria legítima, decide simplemente dar paso a nuevos equipos para que, con energías renovadas, desplieguen las piezas concretas de un proyecto del cual él habrá sido, ya para siempre, uno de sus máximos inspiradores.


Publicado en EL MUNDO Catalunya, 31 de julio de 2006