02 de novembre, 2009

¿Se acabo la crisis? Sigue la desigualdad, que está en su origen


Artículo publicado en El Ciervo, septiembre –octubre del 2009

Los organismos económicos internacionales, el FMI, la OCDE y demás, nos dicen que ya se empieza a ver la luz al final del túnel: parece que Francia y Alemania han salido ya de la recesión, China vuelve a crecer desde hace ya meses a su ritmo habitual, en EEUU se ha ralentizado la destrucción de empleo, nuestra vice-presidenta económica avisa que aquí la confianza de los consumidores se recupera mes tras mes, las compañías automovilísticas vuelven a vender coches…

¿Se acabó la crisis? Las estadísticas puede que den algunas buenas noticias, pero incluso los más optimistas hablan de una recuperación “zombie” o, como dice Krugman, de una larga etapa de purgatorio: unos años durante los cuales el mundo crecerá muy por debajo de sus posibilidades y los mercados de trabajo tardarán lo suyo en reabsorber los trabajadores que esta crisis ha mandado al paro.

Pero lo engañoso de este “decreto oficioso de fin de crisis” no es sólo que después de la crisis venga un estado de anemia económica sostenida. Lo grave es que, aunque la crisis técnicamente esté en vías de superación, sus causas siguen intactas. Muchas cumbres del G-20… pero los mercados financieros siguen sin reformar. ¿No prometió Sarkozy una batalla sin tregua contra los paraísos fiscales? Sin embargo, nadie ha visto todavía una hoja de ruta fiable sobre este asunto. Hacía falta, también, una reforma implacable del sistema de remuneración de los altos directivos del mundo financiero –una fuente de irresponsabilidad y cortoplacismo casi delictivos-. Pero sobre esto, hasta la fecha, sólo tenemos una loable declaración del Ecofin que ya veremos en qué queda.

¿No había también que rehacer drásticamente las normas contables que han permitido que los activos tóxicos parezcan activos sanos? ¿No era imprescindible crear nuevos organismos reguladores, que vigilen de verdad y con nuevas criterios de control las entidades financieras? Es cierto que Obama ha presentado un plan al respecto, que da nuevos y mayores poderes a la Reserva Federal. ¿Pero no habíamos quedado en que la supervisión ya no vale si se hace a escala nacional, porque unos mercados financieros globalizados requieren de instituciones y mecanismos de control globales? Pero por ahora, nada de nada.

Por ahora, lo único que hemos visto son unos multi-billonarios –e imprescindibles- planes de estímulo fiscal y unos multi-billonarios –e inevitables- rescates financieros en forma de avales y compra de activos de la banca privada que, mientras no sean revendidos y el Estado no recupere el dinero, suponen la mas masiva transferencia de dinero desde las clases medias y trabajadoras a las clases ricas que haya visto el mundo en los últimos cien años.

Así, las causas inmediatas de la crisis –unos mercados financieros sin control- siguen intactas. Pero más intactas siguen todavía sus causas profundas. No olvidemos que en el origen de esta crisis no está otra cosa que la desigualdad creciente que el capitalismo neoliberal ha provocado en los últimos treinta años. Veamos: si los países desarrollados crecían tan ricamente, pero los salarios de los trabajadores –particularmente en los EEUU- llevaban treinta años estancados, ¿puede alguien explicar cómo se financiaba el consumo que hacía de motor del crecimiento? Fácil respuesta: con un endeudamiento masivo de las familias, que es lo que ha provocado la crisis financiera, subprime mediante. Y supongo que a estas alturas nadie duda que el estancamiento sostenido de los salarios es fruto directo de un modelo de globalización en el que el capital puede circular sin trabas por los mercados mundiales y, por lo tanto, puede “chantajear” a los gobiernos y a los trabajadores imponiendo sus condiciones por doquier.

Si no somos capaces de crear mecanismos democráticos de redistribución de la riqueza a escala global, si no inventamos un modelo de economía de mercado capaz de revertir drásticamente la desigualdad generada por el capitalismo neoliberal (dentro de los países y entre países), el crecimiento de la economía mundial seguirá avanzando sobre bases insanas. Y entonces la próxima crisis no tardará; y será peor.

03 de juliol, 2009

La Democracia Económica. ¿Hacia una alternativa al capitalismo? (y 2)

Publicado en El Ciervo, julio-agosto del 2009

Seguimos hoy con el “decálogo” que iniciamos en la Vuelta anterior. Recordemos: recientemente se ha publicado un libro colectivo del cual he tenido la inmensa suerte de ser coordinador y coautor, donde se explora la posibilidad de transitar desde una economía capitalista hasta un sistema de mercado post-capitalista: lo que en la literatura académica de las últimas décadas se conoce como “socialismo de mercado” y que en el libro es bautizado como Democracia Económica.

El libro (Democràcia Econòmica. Vers una alternativa al capitalisme), cuya versión castellana está ya en marcha, ha sido un laborioso proyecto de casi cinco años, pero la providencia ha querido que apareciera en el momento adecuado: cuando el neoliberalismo ha entrado en implosión y cuando la socialdemocracia -a pesar de que son sus fórmulas para salir de la crisis son aplicadas a diestro y siniestro, por gobiernos de todos los colores- está en estado de retroceso electoral y perplejidad.

El libro –sin despreciarlas- intenta ir más allá de las recetas socialdemócratas habituales, abriendo una perspectiva distinta de “confrontación” con el capitalismo: en la lógica de la Democracia Económica no se trata tanto de corregir el mercado desde fuera, desde el Estado, como de modificar su naturaleza desde dentro, aprovechando la capacidad de la sociedad civil para promover experiencias económicas alternativas. Sigamos, para profundizar en esta idea, con los cinco puntos finales del “decálogo”:

6. Una vez “detectadas” aquellas realidades que tienen afinidad con la Democracia Económica, en tanto que propuesta teórica, se explora si pueden ser reconocidas como embriones de un futuro e hipotético sistema de mercado socialista. Si para identificar estas experiencias –cooperativismo, sindicalismo, banca ética, consumo responsable- se utilizó la Democracia Económica como “radar”, para analizar su potencial de alternativa se la utiliza como “horizonte ideal”. Así, el libro dedica un espacio a la comparación sistemática de estas experiencias con el sistema actual, por un lado, y con el socialismo de mercado, por el otro, para visualizar hasta qué punto están “a mitad de camino” entre estos dos sistemas, hasta que punto se trata de realidades ya parcialmente post-capitalistas.

7. A continuación, se plantea la integración de estas experiencias alternativas en una misma red coherente y unificada: lo que se conoce como mercado social. El balance social -entendido como un aquella radiografía que nos permite conocer el grado de adecuación de las empresas, de las inversiones o de los productos que consumimos a unos determinados principios y indicadores- aparece, en este sentido, como el instrumento clave para posibilitar esta integración.

8. Luego, hay que diseñar una estrategia de consolidación y crecimiento de este mercado social. Para ello, el libro se pregunta qué manera pueden coexistir en una misma economía de mercado el mercado capitalista y el mercado social, y estudia posibles políticas públicas de impulso y promoción del mercado social.

9. Antes de acabar, se enmarca la Democracia Económica en un abanico más amplio de alternativas, identificables con el movimiento altermundialista: la lucha contra la pobreza del Sur, la regulación democrática de comercio y los mercados financieros mundiales, la renta básica, el ecologismo, la democracia participativa, etc. La Democracia Económica seria, así enmarcada, una pieza clave y nuclear, pero una más, de un mosaico de propuestas que desde el altermundialismo se vienen debatiendo desde hace ya una década.

10. En el epílogo, se intenta que el lector tome conciencia de que el socialismo del cual se habla en este libro pretende ser un nuevo tipo de socialismo: un “socialismo de los ciudadanos”, creado y construido desde la sociedad civil. El socialismo del siglo XX –ya sea el comunismo soviético o el Welfare europeo- fue fundamentalmente estatalista: era el Estado la instancia privilegiada desde la cual rectificar, parcial o totalmente, el capitalismo. Este socialismo ya ha dado probablemente todos sus frutos, que han sido muchos. La tesis final del libro, pues, es ésta: el socialismo –entendido como la voluntad de superar el capitalismo, en la medida en que ésta es una condición necesaria para alcanzar una sociedad justa- tendrá una segunda oportunidad en el siglo XXI a condición de que sea realizado por la gente. Pero no la gente aislada, sino organizada, en red, a través de la sociedad civil. Porque el Estado puede corregir el mercado desde fuera del propio mercado, pero la sociedad civil puede infiltrar-se en el mercado y transformarlo desde dentro. La segunda estrategia, pareciendo más frágil, tiene más recorrido que la primera.

Probablemente, algunos lectores encontraran que se trata de un libro demasiado utópico: ¡se habla de superar el capitalismo! Otros, demasiado pragmático: al fin y al cabo, todo se concreta en una estrategia para hacer crecer el mercado social. ¡Nada muy nuevo! Si produce estas dos reacciones, habrá conseguido su objetivo.

01 de juliol, 2009

La Democracia Económica. ¿Hacia una alternativa al capitalismo? (1)

Publicado en El Ciervo, junio del 2009

La mayor crisis del capitalismo desde la Segunda Guerra Mundial, la primera desde que el mundo vive en una economía globalizada, es a ojos de muchos más que una crisis financiera y más que una grave o muy grave crisis económica: ¿estamos ante una crisis de valores, una crisis cultural, una crisis de sistema social en su conjunto? ¿Estamos pasando una página de la historia económica o estamos cerrando un capítulo entero?

La crisis ha reabierto el debate –tan viejo y tan nuevo- sobre la posibilidad y/o la necesidad de encontrar alternativas económicas al capitalismo en tanto que sistema económico. Alternativas nuevas. Mucho antes de que el neoliberalismo entrase en implosión, un grupo de personas procedentes de la teoría (de la academia) y de la práctica (de la economía social), empezó a trabajar en un libro dedicado a la exploración de modelos económicos y experiencias de producción, consumo y finanzas no capitalistas. Cinco años después, este trabajo ha visto la luz, bajo el título “Democracia económica. Hacia una alternativa al capitalismo”. Se trata de un voluminoso libro colectivo, de cuatrocientas páginas largas y más de veinte autores, que aparece sin duda en el momento más oportuno posible.

El texto (editado, por ahora, en catalán) se propone diez objetivos. Hoy explicaremos los cinco primeros. En la próxima “Vuelta” vendrá el resto:

1. Edificar sobre nuevas bases filosóficas la crítica al capitalismo. Porque la crítica tradicional (basada en el marxismo clásico) ya dio de sí, a lo largo del siglo XX, todo lo que podía dar. Para ello, se recurre a las mejores teorías de la justicia que proporciona la filosofía política de las últimas décadas: el liberalismo igualitarista de Rawls, el marxismo analítico (post-rawlsiano) de Cohen y el republicanismo.

2. Demostrar de manera detallada por qué y en qué sentido se puede decir que las desigualdades inherentes al capitalismo son injustas. Las teorías de la justicia nos permiten concluir que son fundamentalmente dos: el desigual acceso a los medios de producción que se genera en los mercados financieros (una injusticia “absoluta”) y la desigualdad en la distribución salarial que se genera en los mercados de trabajo (una injusticia “relativa”). Además, las empresas capitalistas son espacios de dominación, carentes de legitimación democrática.

3. Averiguar si el capitalismo social del Estado del bienestar también suspende o bien aprueba ante el tribunal de las teorías de la justicia. Sin duda, el Estado del bienestar reduce en mucho las desigualdades propias del capitalismo. Pero aun así, la filosofía política contemporánea permite decir de manera fundada que no cumple -ni difícilmente podrá nunca cumplir- con los principios de justicia.

4. Explorar alguna de las propuestas de sistemas económicos alternativos que, desde el mundo académico, vienen haciendo desde hace décadas destacados politólogos, filósofos y economistas. Concretamente, en el libro se presenta la propuesta de socialismo de mercado que, con el nombre de Democracia Económica, ha desarrollado el norteamericano David Schweickart. Un modelo económico viable que, a priori, satisface de manera mucho más cabal que el capitalismo social las exigencias de las teorías de la justicia.

5. Sin embargo, las propuestas teóricas son esto: teóricas. Por esto, el libro propone hacer un salto sin red a la realidad. Así, en un primer momento el libro no presenta la Democracia Económica tanto como un horizonte hacia el que hay que transitar, sino que la utiliza como un “radar” desde el cual detectar aquellas experiencias, prácticas y organizaciones económicas reales, que estén ya hoy funcionando de manera más o menos exitosa, y que tengan un grado de afinidad suficiente con esta propuesta de sistema económico alternativo. ¿Cuáles son estos posibles embriones de un hipotético socialismo de mercado? El libro responde: las cooperativas, el sindicalismo, en la medida en que sea un instrumento de democratización de las empresas, la banca ética y el consumo responsable (basado en instrumentos todavía por explorar a fondo, como las etiquetas sociales).

25 de maig, 2009

Democràcia Econòmica. Vers una alternativa al capitalisme

Democràcia Econòmica. Vers una alternativa al capitalisme. Aquest és el títol d’un llibre coral, escrit a partir de moltes veus, que feia anys que s’està cuinant però que el destí ha volgut que aparegui en el moment més oportú, i que té 10 propòsits:

1. Bastir la crítica al capitalisme sobre noves bases filosòfiques, donat que les tradicionals ja havien donat de sí tot el què podien. Per això, acudint a la filosofia política de les darreres dècades, la conclusió que el capitalisme és injust es fonamenta a partir de la teoria de la justícia liberal igualitària (Rawls), del marxisme analític post-rawlsià (Cohen) o del republicanisme (i la seva teoria de la dominació).

2. Demostrar de manera detallada i rigorosa per què i en quin sentit es pot dir que les desigualtats estructurals del capitalisme són injustes. Dues són les fonamentals: la desigualtat que generen els mercats financers en l’accés als mitjans de producció (desigualtat “absoluta”); i la desigualtat que generen els mercat de treball per mitjà de la distribució salarial (desigualtat “relativa”). civil).


3. Esbrinar si el capitalisme de l’Estat del benestar, que és indubtablement la versió més igualitària del capitalisme, aprova o suspèn davant del tribunal de les teories de la justícia. Tot i que es tracta del sistema socioeconòmic més just de tots aquells que han existit, no es pot dir que sigui suficientment just.

4. Proposar sistemes econòmics alternatius, que compleixin de manera cabal amb els principis de justícia. En aquest sentit, el llibre presenta la Democràcia Econòmica (DE) de l’economista David Schweickart: un sistema de socialisme de mercat més igualitari que el capitalisme actual, tan o més eficient i viable.

5. Utilitzar la DE com a radar a partir del qual detectar aquelles experiències ja reals, existents, que tenen afinitat amb aquest model. Se’n detecten quatre: el cooperativisme, el sindicalisme com a instrument de democratització de l’empresa, la banca ètica i el consum responsable (basat en l’etiqueta social).

6. Explorar si aquestes realitats poden ser embrions d’un futur i hipotètic socialisme de mercat. En aquest sentit, el llibre intenta comparar cadascuna d’aquestes realitats alternatives amb el sistema actual, per una banda, i la DE per l’altra.


7. Plantejar la integració de totes aquestes realitats en una xarxa integrada, coherent i unificada: el mercat social. En aquest sentit, el balanç social apareix com un instrument necessari per possibilitar aquesta integració.

8. Posar sobre la taula una estratègia de consolidació i creixement del mercat social. En aquest sentit, per una banda, s’analitza de quina manera en una mateixa economia de mercat poden coexistir el capitalisme social i el mercat social; i per l’altra, s’estudien possibles polítiques públiques d’impuls i promoció del mercat social.

9. Emmarcar la DE en un ventall d’alternatives més ampli: altermundialisme, renda bàsica, ecologisme, democràcia participativa, etc.


10. Prendre consciència que el socialisme del qual es parla en aquest llibre és un socialisme dels ciutadans, creat i promogut des de la societat civil. El socialisme de segle XX ha estat molt estatalista -tant el comunisme com la socialdemocràcia- i ja ha donat tot allò que podia donar de sí. El socialisme -entès en tota la radicalitat de la paraula, és a dir, com la voluntat de construir un sistema econòmic no capitalista, com a condició de la construcció d’una societat justa- en el segle XXI tindrà una segona o
portunitat a condició que sigui un socialisme fet des de la gent, no des de l’Estat. Però no la gent aïllada, sinó la gent organitzada, en xarxa. L’Estat pot limitar i corregir els efectes del mercat des de fora; la societat civil pot infiltrar-se en el mercat i transformar la seva naturalesa des de dins. Per això, el socialisme dels ciutadans pot arribar on no va arribar el socialisme del segle XX: pot arribar a complir el vell somni de superar plenament el capitalisme.

Un moment de la meva intervenció durant l'acte de presentació del llibre

Probablement, alguns lectors trobaran aquest llibre massa utòpic: s’hi parla de superar el capitalisme! D’altres, massa pragmàtic: al capdavall tot queda concretat en una estratègia per fer créixer el mercat social. Res gaire nou! Si és així, haurà aconseguit el seu objectiu.


Més informació del llibre

05 de maig, 2009

La paradoja europea del año 2009

Articulo publicado en El Ciervo, mayo del 2009

A raíz de la crisis que asola el capitalismo mundial, la más grave desde la Segunda Guerra Mundial, un tópico está en boca de todos: como consecuencia de este cataclismo económico es necesario transitar, lo más rápidamente posible, del paradigma neoliberal a un nuevo paradigma que podemos llamar de “neokeynesiano global”.

El debate económico –que, al fin y al cabo, no es más que el debate sobre qué tipo de pacto social deseamos, es decir, en qué tipo de sociedad queremos vivir- se traduce, a menudo, en conflicto geopolítico. Durante el siglo XX, la pugna entre el sistema de mercado capitalista y el socialismo de planificación central acabó por cristalizar en un enfrentamiento geográfico entre Este y Oeste, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Cuando el comunismo estatalista implosionó, el debate económico se trasladó al dilema entre dos opciones distintas de capitalismo: la neoliberal, sin apenas Estado, redistribución, ni garantías sociales, o el capitalismo social con Estado del bienestar. También en este caso, la confrontación económica se tradujo en un dialéctica geopolítica: mientras los EEUU se supone la patria del neoliberalismo –malgré Bill Clinton-, Europa representaría el capitalismo socialdemócrata –malgré Tony Blair.

Así, la representación más pura del paradigma neoliberal sería la derecha estadounidense –los republicanos, con sus Bush y sus Greenspan-, mientras que la encarnación más legítima del capitalismo social pertenecería a la izquierda europea. ¿Quien sino las socialdemocracias europeas pueden erigirse en máximas depositarias de la tradición que conjuga Estado y mercado, prosperidad y redistribución, eficiencia productiva y derechos sociales?.

El mundo, este año 2009, está virando desde el modelo “americano” al modelo “europeo”. Con algunas salvedades respecto del Estado del bienestar clásico: hoy vivimos en una economía globalizada, cuyo fundamento material son las tecnologías del conocimiento; donde las economías emergentes –China, Brasil, India, etc.- son locomotoras de los mercados mundiales tan o más importantes que los países de la OCDE; y donde la transición a una economía verde es un imperativo ineludible, además de una oportunidad para la innovación tecnológica -y, en consecuencia, para salir de la crisis.

Matices a parte, estamos en pleno viraje. Sin ir más lejos, Obama, ese hombre que entusiasma el planeta, no hace más que “copiar” el paradigma europeo. En política interior, intenta desarrollar los flancos más débiles de su minimísimo Estado del bienestar: regular Wall Street, reducir las desigualdades salariales, levantar una sanidad pública, devolver un papel a los sindicatos, etc. Y en política exterior, se apunta al discurso geopolítico que Europa defiende desde el fin de la guerra fría: el multilateralismo cooperativo, renunciando a cualquier tentación de unilateralismo imperialista. Muy bien.

Vayamos el G-20, celebrado en Londres a principios de abril. Todos los pasos allí dados también confirman el viraje: se decidió reforzar financieramente el FMI, fundamentalmente para ayudar los países emergentes y en desarrollo; se acordó la regulación y el control de los mercados financieros, hedge funds y agencias de rating incluidos; se resolvió dar la batalla para acabar con los paraísos fiscales; y se dispuso relanzar las negociaciones para impulsar el comercio mundial, entre muchas otras medidas ¿Acaso la democratización del FMI a favor de los países del Sur, la abolición del secreto bancario, el fin del proteccionismo comercial de los países ricos o la regulación estricta de las finanzas globales, no han sido en tiempos recientes reivindicaciones de una parte del centro-izquierda europeo, por no hablar del mismísimo movimiento antiglobalización?

¿Cuál es, pues, la paradoja europea del año 2009? Muy simple: precisamente cuando el mundo se dirige hacia el modelo social y económico que la izquierda europea se supone que representa mejor que nadie en el mundo, ésta se encuentra en sus horas más bajas desde hace décadas. Vean sino el resultado que obtendrán los partidos socialistas europeos en las próximas elecciones al Parlamento de Bruselas. ¿Por qué cuando el mundo vira hacia “Europa”, Europa se aleja de sí misma? ¿Qué nos está pasando?

07 d’abril, 2009

Sin “gobierno económico europeo” no hay salida sólida ante la crisis (1)

Article publicat a El Ciervo l’abril del 2009

El primer ministro chino, Wen Jiabao, declaraba hace a penas unas semanas: "en este momento difícil, el coraje y la confianza son más importantes que el oro y la moneda." Se refería, por supuesto, a la crisis económico-financiera mundial, la más grave desde la II Guerra Mundial. Sin duda, tenía más razón que un santo.

Obama en su primer presupuesto ha lanzado un valiente plan de estímulo del sector productivo, a base de rebajas fiscales y aumento del gasto público. Tiene pendiente de concretar, todavía, un verdadero plan de rescate del sector financiero, que muy probablemente acabará suponiendo la nacionalización temporal de los bancos más importantes de los EEUU. Pero, en cualquier caso, dispone de algo que vale tanto o más que los miles de millones de dólares que valen estos dos planes: dispone de liderazgo. Junto a sus medidas económicas está en condiciones de ofrecer un horizonte comprensible, así como los instrumentos y la voluntad para alcanzarlo. En una palabra, por ahora tiene capacidad para inspirar confianza. Y esto es clave para que sus planes de rescate y de estímulo surtan algún efecto. El oro, sin la confianza, apenas vale nada.

Si la máxima del premier chino es cierta, entonces la Unión Europea tiene un problema considerable, por no decir grave. ¿Dónde está, en Europa, el liderazgo? No olvidemos que, en momentos de grave crisis económica –ergo, crisis social- el liderazgo sólo puede proceder de la política. ¿Qué político o políticos europeos están en condiciones de proporcionar la confianza necesaria para que los planes europeos de recuperación del sistema financiero y económico den el resultado esperado?

En realidad, la hoja de servicios de Europa ante la crisis actual no es mala. Para valorarla adecuadamente, recordemos esta historia de todos conocida: una crisis financiera de proporciones inconmensurables originada en los EEUU se extiende a escala internacional y acaba provocando una sequía general en el crédito que frena en seco la actividad productiva, primero en los países de la OCDE y luego, en cadena, en el resto de las economías mundiales. Para salir de la recesión es necesario, pues, actuar en tres frentes a la vez. En primer lugar, reactivar el crédito. En segundo lugar, reactivar la actividad productiva. En tercer lugar, cambiar las reglas del juego del sistema financiero internacional para que no se vuelva a producir otra crisis similar en el futuro.

En los tres frentes, la actuación europea ha sido razonable. Sarkozy fue el promotor de la cumbre de Washington donde se adquirió el compromiso de regular en serio el sistema financiero internacional. Gordon Brown fue el inspirador de los planes de rescate de la banca que evitaron, en el momento más crítico, el colapso completo de las finanzas globales -obligando a rectificar la estrategia que inicialmente habían diseñado los norteamericanos-. En cuanto al estímulo del sistema productivo, se puede decir que los países europeos, gracias a sus sistemas de bienestar, tienen un plan “natural” de reactivación económica, los llamados “estabilizadores automáticos” -subsidios de paro y demás prestaciones que mantienen la demanda y el consumo en momentos de crisis.

Pero no es suficiente. Hay que ir más allá en cada uno de estos frentes. Lo cual requeriría un liderazgo político muy sólido. Pero en una Unión a 27 esto es imposible sin una estructura federal, es decir, sin un verdadero “gobierno económico europeo”. Lo señalaba en un artículo reciente Paul Krugman: “Europa no tiene esa clase de instituciones de alcance continental necesarias para lidiar una crisis de alcance continental”. Así, en el caso de la UE, la falta de un auténtico liderazgo político tiene un doble efecto pernicioso: por un lado, impide que se tomen medidas con suficiente ambición y, por el otro, impide que las medidas tomadas sean respaldadas por la necesaria confianza en sus responsables políticos. ¿Será capaz Europa de sacar la lección necesaria? Continuaremos el mes que viene.

24 de març, 2009

Europa ante la crisis

Article publicat a El Ciervo el gener del 2009

Estos últimos meses hemos podido oír con frecuencia que en chino la palabra “crisis” está formada por dos ideogramas, el segundo de los cuales se corresponde con el primero de la palabra “oportunidad”. Cada crisis, viene a decir el idioma chino, encierra una oportunidad. Esto es especialmente cierto para los países de la UE. ¿Cual es la salida eficaz de la crisis para los europeos? “Más Europa”, hemos repetido muchos. Pero debemos explicar bien las razones de esta convicción.


De entrada, habrá que reconocer que para Europa la crisis supone también un riesgo. No olvidemos la historia: cuando la de 1929, tan parecida y tan distinta a ésta al mismo tiempo, los EEUU reaccionaron eligiendo a Roosevelt y abrazando el New Deal, mientras que Europa, incapaz de digerir el shock social de aquél crack, se encontró con Hitler en el poder y el fascismo campando a sus anchas.


Sin duda, las consecuencias sociales de ésta crisis no serán las mismas que las de entonces, por algo hemos doblado varias veces nuestro nivel de vida en estos ochenta años. Pero Dios quiera que con tasas de paro al galope, los populismos de diversa calaña no hagan su agosto durante los próximos años. Los EEUU, por si acaso, han tenido nuevamente la inteligencia de antaño y han entregado el poder a Obama –lo más parecido a Roosevelt que tienen en este momento-. Recordemos que fue la crisis, y no otra cosa, lo que le catapultó en las encuestas.


¿Cómo atajar los efectos de una crisis que empezó siendo financiera pero cuyos efectos ya se han trasladado, y de qué manera, a la economía productiva, es decir, a las empresas y las familias? La receta, a nivel teórico, está clara (nos la ha contado Krugman): los gobiernos deben hacer políticas anticíclicas, con todos los instrumentos a su alcance. Con política monetaria -bajando los tipos de interés- pero muy especialmente con políticas fiscales expansivas, a través de rebajas fiscales y, por encima de todo, a través de inversiones y obras públicas. Así, las empresas, hoy paradas por falta de vendas, volverán a vender y podrán echarse a andar de nuevo. Pero ahí está el reto: en Europa estas políticas sólo tienen sentido si las hacen todos los países simultáneamente, dado que comparten un mismo mercado.


Si éstas políticas de estímulo de la demanda agregada las hiciese un país europeo aisladamente, estando como estamos en un mercado único, podría darse el caso de que sirviesen para reactivar las empresas del país de al lado, pero no las del propio. Recordemos las duras lecciones del primer gobierno Miterrand, a principios de los ochenta: las políticas keynesianas, ésas que hoy necesitamos más que nunca, sólo son posibles bien en economías cerradas, bien a nivel del mercado común.

Los gobiernos sólo estarán dispuestos a endeudarse más para incrementar el gasto público si tienen garantías que su mayor gasto se convertirá en demanda para las empresas de la propia economía. Como se trata de economías abiertas, la única garantía de que esto vaya a ser así es que todos los países de la UE hagan este esfuerzo simultáneamente. Lo cual requiere un grado de coordinación de las políticas económicas al que los países europeos no estaban acostumbrados hasta ahora.

Coordinar las políticas económicas de manera eficaz significa, lisa y llanamente, estar dispuestos a tener un “gobierno económico europeo”, esa vieja reivindicación de la socialdemocracia continental. Y ¿qué es un “gobierno económico” sino una manera de adentrarse seriamente por el camino de la unión política? Ironías de la historia: la Unión Política, que no pudo llegar a través de la Constitución hace a penas dos años, se ha convertido hoy en una necesidad inapelable si queremos superar la crisis con seguridad -y evitar así que las sociedades europeas se conviertan en pasto del primer populista que asome por la esquina-. La historia nos está esperando.

19 de febrer, 2009

Amb Palestina al cor (5/5)

Acabo amb aquest post d’avui la sèrie que durant aquests mesos de gener i febrer he dedicat a Palestina. En aquest article, que sortirà publicat al número de març d’ “El Ciervo”, intento donar algunes de les claus que em semblen necessàries per entendre quins són els objectius polítics que hi ha darrera la massacre perpetrada a Gaza. Crec que l’ofensiva no s’explica només per l’interès –pel qual ens falten adjectius- de Livni i de Barak en posicionar-se de cara a les eleccions a base de matar innocents. Més enllà d’això, es tractava, al meu entendre, de fer impossible un veritable procés de pau negociat durant els propers anys, i fer-ho abans de l’arribada de la nova Administració nordamericana. I perpetuar doncs, de manera indefinida, una annexió de facto, però que no poden reconèixer obertament.

Avui, doncs, l’única esperança en una pau justa –l’única pau possible- és un govern d’unitat nacional palestí que tingui la fortalesa suficient, cosa difícil avui, per fer tres coses:

a) que reconegui l’esterilitat de les negociacions amb un govern i una societat israeliana que no tenen cap intenció de complir, ni que sigui de manera imperfecta, les resolucions de la ONU, és a dir, la llei internacional;

b) que, en conseqüència, lideri un procés de mobilització civil no violenta, això és, una mobilització de resistència social, popular, democràtica i transversal;

c) i que pressioni a la comunitat internacional perquè actuï en aquest tema com correspon, és a dir, forçant a Israel a acceptar un pla com per exemple la Iniciativa de Pau Àrab del 2002 -que proposa el reconeixement i la normalització de relacions amb Israel per part de tots els països de la Lliga Àrab, a canvi de la retirada completa i incondicional de l’exèrcit jueu a les fronteres del 67, inclòs Jerusalem Est, i l’exercici pactat del dret de retorn dels refugiats.

Mals temps per l’esperança a Orient Mitjà. Però, al menys, que no defalleixi la nostra solidaritat amb les víctimes innocents d’aquest poble ocupat militarment, de manera completament il·legal, des de fa més de 40 anys. Més de 40 anys de vulneració de les llibertat i dels drets humans més elementals. Ni tant sols la llarga humiliació del franquisme va durar tant.


Las negociaciones de paz: ¿un simulacro para hacer pasar lo definitivo por provisional?

Escribo estas líneas –con las que cerraremos la serie de artículos dedicados al drama palestino, al menos por unos meses- a las pocas horas de que la sociedad israelí haya confirmado su deriva hacia la derechización y la negativa a todo diálogo mínimamente razonable para alcanzar una paz justa en Oriente Medio. Lo más probable es que, cuando se publiquen, Netanyahu sea ya primer ministro, en coalición con la ultraderecha de tintes xenófobos de Lieberman y los partidos ultraortodoxos. Todos ellos han manifestado reiteradas veces su determinación de incumplir las resoluciones de la ONU. Es difícil no tener malos augurios ante el hecho de que los israelíes hayan querido poner su destino en estas manos.

La campaña militar en Gaza ha tenido unos efectos bastante claros, a ojos de la mayoría de analistas. Hamás ha quedado muy debilitado militarmente, pero inmensamente reforzado políticamente. Al Fatah, por el contrario, ha sufrido un proceso de deslegitimación que le acerca, cada vez más, a la más clamorosa inoperatividad política. Resultado: por el lado palestino no hay hoy –y puede que no haya en mucho tiempo- ningún interlocutor capaz de llevar adelante unas negociaciones de paz. Lo que negocie Al Fatal no contará, ahora menos que nunca, con el acuerdo de la mayoría de los palestinos. Y Hamás no es hoy un actor aceptado por la comunidad internacional y menos por Israel –ni lo será mientras no reconozca el derecho de los judíos a tener un Estado propio-.

Desde esta perspectiva, quizás se comprenda mejor el calendario de la ofensiva contra Gaza: ¿por qué se apresuró el gobierno israelí a perpetrar la masacre justo antes de la entrada de Obama? ¿No sería el objetivo impedir que en mucho tiempo pueda haber un proceso de paz exitoso? Obama parecía un presidente destinado a buscar con cierto denuedo y de manera persistente la paz en Oriente Medio. Ahora, sin interlocutor viable por el lado palestino, será muy difícil que antes de cuatro años –y veremos si en ocho- puedan desarrollarse unas negociaciones entre palestinos e israelíes con mínimas posibilidades de éxito. Así, cualquier esfuerzo de la nueva administración norteamericana parece abortado de antemano. Quizás esto explique también porqué el día siguiente de la elección de Obama, Israel rompió la tregua con Hamás matando a cinco de sus milicianos.

Lo único que podría resucitar un proceso de paz es un gobierno palestino de unidad nacional. Harán bien Europa y la comunidad internacional en trabajar por este objetivo, si quieren evitar una deriva imprevisible del conflicto del cual depende la estabilidad de la geopolítica mundial.

Si nuestra interpretación de las intenciones israelíes fuera correcta, vendría a confirmar la hipótesis más sombría: que Israel no quiere la paz. A ojos de muchos, lo que busca Israel desde hace tiempo es mantener la ocupación de manera indefinida. Pero una ocupación indefinida no es una ocupación, es una anexión. Algo que el estado israelí, si no quiere perder su lugar en la comunidad internacional, no puede admitir abiertamente.

Israel tiene tres opciones para acabar con esta guerra infinita, pero parece que no quiere aceptar ninguna. La primera: un único Estado binacional, algo que la ONU podría haber impulsado el año 1948 pero que, a estas alturas, Israel ya no aceptará nunca, básicamente porque los palestinos ya les están superando demográficamente. La segunda: dos Estados vecinos en paz, la solución que se supone que defiende la comunidad internacional, la que formalmente sigue encima de la mesa. La tercera: exigir la anexión abiertamente. Pero esto, tarde o temprano, conduciría a la primera de las opciones, porque sería imposible una anexión sin acabar por conceder plenos derechos civiles y políticos –entre ellos, el derecho de voto- a los habitantes de la zona anexionada.

¿Cuál es, entonces, la opción real de Israel? Parece que esta cuarta: una anexión de facto, que no se reconozca como el status final para Palestina, pero que lo sea en la práctica. Es decir, hacer pasar por provisional, a ojos del mundo, lo que para ellos en realidad es definitivo. Lo cual requiere dos condiciones. Primera, que haya siempre un proceso de paz, una negociación abierta, de manera permanente. Segunda, que ninguno de ellos llegue nunca a buen puerto, hacerlos fracasar siempre de manera sistemática. ¿Acaso no es esto, exactamente, lo que ha ocurrido, de manera invariable, desde los acuerdos de Oslo hasta hoy? Por ejemplo, al día siguiente de la conferencia de Anápolis Olmert dio luz verde al mayor asentamiento en décadas.

Sólo nos queda, pues, una pregunta. Ante la hipótesis de la “anexión de facto”, ¿cuál debería ser la actuación de la comunidad internacional?

26 de gener, 2009

Amb Palestina al Cor (4/5)

Per anar tancant les reflexions dedicades durant aquest mes de gener a la massacre de Gaza –el “guernika” dels Palestins, com l’ha definit l’eurodiputat francès Sami Naïr- penjo avui els meus tres darrers articles publicats a El Ciervo sobre la matèria. Explicaré perquè els he volgut penjat tots tres seguits, i no d’un en un com hem fet fins ara.

El primer, escrit a finals de l’agost passat, certificava la defunció del procés de pau d’Annapolis. Però, tot i l’estancament de les negociacions, ens resistíem a defallir i cedir a la desesperança. Per això, l’article següent era un repàs a les converses de Taba, el gener del 2001, que ha estat el moment en el qual les dues parts -el govern d’Israel i l’Autoritat Nacional Palestina- han estat més a prop d’arribar a un acord definitiva en tota la seva història. Una manera de recordar que una pau justa és possible i que, de fet, va estar a tocar de dits.

Aquell article recordava que fou Ehud Barak, l’actual ministre de defensa israelià i aleshores primer ministre, qui havia conduït –i també interromput- les converses de Taba. I mostrava l’esperança que l’arribada de Livni a Kadima permetés reemprendre un camí semblant. ¡Livni i Barak, els responsables directes, juntament amb Olmert, de la mort de més de mil innocents sota les bombes -algunes de fòsfor blanc, per cert-, atrapats en una ratera de la qual no poden sortir, a causa del setge al qual el propi govern israelià té sotmesa la Franja des de fa ja un any i mig!

Per això, el tercer dels articles, escrit aquest gener, es lamenta que les nostres expectatives, a penes dos mesos abans de la matança de Gaza, fossin tan equivocades, tan ingènues. Però en canvi serveixen de prova que, contra el què es diu des dels sectors pro-israelians, la nostra bona fe i la nostra benevolència –la dels qui participem del moviment de solidaritat amb Palestina i de denúncia de l’ocupació d’Israel- cap a la classe política israeliana no pot ser més gran. Esperàvem pau d’aquells que, a penes unes setmanes després, han dut guerra i només guerra!! Que no se’ns acusi mai més d’anti-israelians, si us plau.


Per això, aquest tercer article intenta dir les coses tal com són: constata que els fets ocorreguts tenen, d’acord amb el dret internacional de guerra i humanitari, el caràcter de “crims de guerra”. No ho dic jo, ho diu entre molts d’altres Richard Falk, jueu nord-americà i Relator de Nacions Unides per als DDHH als Territoris ocupats de Palestina. No, no estem contra Israel. Estem simplement contra els crims de guerra. Com ho estan totes les persones honestament compromeses amb el respecte de la llei, la justícia i la democràcia.


En Taba hubo una esperanza


Article publicat a “El Ciervo” el setembre-octubre del 2008


Con esta Vuelta y la próxima, termino –por ahora- la serie de artículos dedicada al conflicto palestino-israelí. Durante el último año hemos querido centrarnos en este tema porque el contacto directo con aquella realidad nos ha hecho tomar conciencia –más, si cabe- de hasta qué punto la estabilidad geopolítica mundial depende de aquél puñado de quilómetros cuadrados (Cisjordania tiene el mismo tamaño de la provincia de Girona y Gaza idéntica extensión que la comarca del Maresme).


Cada vez falta menos para que venza el plazo que Bush y Rice dieron a las partes, en la Conferencia de Anápolis, para llegar a un acuerdo. Pero hoy todavía diríase lejano. Parece harto improbable que, antes del relevo en la presidencia de los EEUU, se produzca el milagro; fundamentalmente porque Olmert ya ha anunciado su dimisión. Aunque siga en el cargo hasta octubre, parece imposible que un primer ministro interino consiga, en un par de meses, hacer pasar a Israel por la senda de las imprescindibles concesiones a los palestinos que ninguno de sus predecesores se ha atrevido a transitar.


Para mantener viva la negociación en tan precarias condiciones, la parte israelí filtró, a finales de agosto, que nunca en toda la historia del conflicto –es decir, en los últimos 60 años- se había estado tan cerca del acuerdo. Se dice que Israel ha ofrecido la retirada parcial de Cisjordania, anexionándose de manera definitiva los principales asentamientos construidos durante los 40 años de ocupación, y ofreciendo a cambio tierras del desierto del Neguev, hoy bajo su soberanía, de extensión equivalente y contiguas a la franja de Gaza.


Además, el ministro de Defensa, Ehud Barak, declaró inesperadamente que Israel estaba dispuesta, por primera vez, a permitir que “una parte” de Jerusalén Oriental - debidamente completada por poblaciones vecinas- se convirtiese en capital del futuro Estado palestino. Descartando, por supuesto, el control palestino sobre la Ciudad Vieja y los Lugares Santos. Añadía que Israel ni se plantea reconocer el derecho al retorno de los refugiados.


No parece que sean unas bases muy sólidas para el acuerdo. Se trata de una propuesta demasiado alejada de las resoluciones de NNUU, que exigen una devolución total de la Cisjordania ocupada en 1967 y disponen el derecho al retorno de los refugiados. Una oferta parecida, recordémoslo, fue rechazada por Arafat en Camp David el año 2000. De hecho, las autoridades palestinas han hecho saber oficiosamente que ven difícil un final feliz del proceso iniciado en Anápolis y que, en consecuencia, se plantean seriamente dejar por inútil la estrategia de la negociación y apoyar abiertamente una estrategia de resistencia popular no violenta.


Sin embargo, que a día de hoy las conversaciones parezcan estar en un punto muerto no significa que el conflicto no tenga solución. No es cierto que las dos partes nunca hayan estado tan cerca del acuerdo como ahora. No sólo porque estén más lejos de lo que pretenden los israelíes. La razón es otra. Hubo un momento, en los últimos años, en el que la paz sí pareció estar al alcance de la mano. Fue en el 2001. Durante la última semana de enero de aquél año, siendo todavía Barak primer ministro, palestinos e israelíes se cerraron en el balneario Egipcio de Taba. En el comunicado final, las partes afirmaron formalmente que nunca habían estado tan próximas a un acuerdo, tal y como confirman los documentos de la negociación.


¿Por qué se interrumpieron aquellas negociaciones, si estaban tan avanzadas? Fue Barak quien pidió su suspensión, para no interferir en la campaña electoral israelí. En diciembre se había visto forzado a dimitir del cargo y convocar elecciones anticipadas para principios de febrero. Tres meses antes, Sharon había entrado en la Explanada de las Mezquitas rodeado de militares, provocando así el estallido de la segunda Intifada. ¿Qué concesiones se hicieron en Taba que permitieron vislumbrar la paz? Seguiremos en la Vuelta que viene.


En Taba hubo una esperanza (y 2)


Article publicat a “El Ciervo” el novembre del 2008


Cerramos con este artículo nuestra serie palestina. Concluíamos la Vuelta del mes pasado con el recuerdo de las negociaciones de Taba, a finales de enero del 2001, a pocos días de las elecciones que catapultaron a Ariel Sharon como primer ministro israelí y confirmaron la deriva violenta de la segunda Intifada, iniciada unos meses antes. La escalada entre la represión del Ejército israelí y los atentados suicidas de las milicias palestinas puso en jaque todos los avances conseguidos hasta el momento en base a los Acuerdos de Oslo. En la opinión pública mundial quedaron grabadas las imágenes del cerco de Ramala durante varios meses del año 2002, el bombardeo de la Mukata con Arafat resistiendo en su interior, o la masacre perpetrada por los tanques y la aviación israelíes en el campo de refugiados de Jenín.


Pero Taba, como dijimos, puso la paz al alcance de la mano. No es ahora, en el marco del proceso iniciado en Anápolis –a pesar de lo que filtran los negociadores israelíes- que el acuerdo está más cerca que nunca en 60 años. Fue entonces cuando las dos partes estuvieron a punto de alcanzar un compromiso histórico en cada uno de los puntos hasta ahora irresolubles de este conflicto eternizado. ¿Cuales fueron las propuestas de las partes que dieron pie a la esperanza?


Fronteras. Los israelíes propusieron devolver el 94% de Cisjordania y anexionarse el 6% donde se encuentran los mayores asentamientos. A cambio, cederían un 3% de su territorio, como por ejemplo las dunas de Halutza, en el desierto del Neguev, contiguas a Gaza, más otro 3 % para permitir una “conexión segura” por tierra entre Cisjordania y Gaza. La retirada de los territorios ocupados incluía, por cierto, el fin del increíble y humillante asentamiento del centro de Hebrón. Israel renunciaba también a mantener la soberanía del valle del Jordán, que hubiera supuesto algo tan inverosímil como mantener bajo control israelí la frontera oriental del Estado palestino con Jordania.


Por su parte, los palestinos accedían a ceder el 2% del territorio de Cisjordania donde entonces vivían dos terceras partes de los colonos israelíes. A cambio, exigían territorios israelíes de la misma extensión. La retirada israelí tenía que efectuarse en dieciocho meses, según los palestinos, o en tres años, según los israelíes.


Jerusalén. Los israelíes aceptaban que la ciudad fuera la capital de los dos Estados: Jerusalén Oeste, capital de Israel, y Jerusalén Este, capital de Palestina, de tal manera que los barrios árabes de Jerusalén Este quedasen integrados en el Estado palestino. Los palestinos accedían a dejar a Israel los barrios de Jerusalén Oeste que se anexionó en 1967 a raíz de la guerra de los Seis Días.


En cuanto a los Lugares Santos, los palestinos reclamaban la soberanía sobre la Explanada de las Mezquitas y los israelíes sobre el Muro de las Lamentaciones. Se trata de algo físicamente difícil, porque como se sabe el Muro es el apoyo sobre el que se sostiene la Explanada. Las partes no descartaron la idea de que los Lugares Santos quedasen bajo control de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de NNUU por un período determinado.


Refugiados. Israel, por primera vez, reconoció el “derecho al retorno” que establece la resolución 194 de NNUU, siempre y cuando se hiciera una aplicación flexible del mismo. A los refugiados se les ofrecerían cuatro opciones: el retorno a Israel; el retorno al nuevo Estado palestino o a las nuevas tierras del Neguev cedidas por Israel; la instalación definitiva en su lugar de residencia (Jordania, Siria, Líbano, etc.); o la marcha a otros países –como por ejemplo Canadá, que habían hecho saber su disposición a acoger contingentes importantes de refugiados palestinos-. A partir de aquí, Israel aceptaba el regreso al país de 25.000 refugiados en los tres primeros años, mientras que los palestinos no estaban dispuestos a aceptar menos de 100.000. Al mismo tiempo, descartaban replantear el carácter judío del Estado israelí.


¿Sería posible que el proceso de Anápolis recuperara las negociaciones en el punto en que quedaron en Taba? Ciertamente, ha llovido mucho desde entonces, con una Intifada y la muerte (o asesinato) de Arafat por en medio, el auge de Hamás, la retirada de Gaza y la guerra civil palestina en la franja. Pero el fondo del conflicto sigue siendo el mismo. Todos deseamos que la llegada de la nueva líder de Kadima al frente del gobierno, Tzipi Livni, sirva para llevar a Israel de nuevo al nivel de concesiones que Barak parece que estuvo a punto de hacer en enero del 2001. En cualquier caso, sólo una propuesta como aquella podría permitir un acuerdo definitivo y estable y traer, por fin, la paz. En cualquier caso, está en manos de los israelíes que la esperanza de Taba se convierta en realidad.


Crimen de guerra


Article publicat a “El Ciervo” el febrer del 2009


Cuando el 2008 dedicamos nuestras “Vueltas” a Palestina, no imaginábamos que al cabo de tan poco asistiríamos al horror incalificable que ha se vivido en Gaza a inicios del 2009. Acabamos nuestra serie convencidos de que no volveríamos a hablar de este tema en mucho tiempo.

Decía el párrafo final del último artículo de la serie, escrito en octubre pasado: “Todos deseamos que la llegada de la nueva líder de Kadima al frente del gobierno, Tzipi Livni, sirva para llevar a Israel de nuevo al nivel de concesiones que Barak parece que estuvo a punto de hacer en enero del 2001. Sólo una propuesta como aquella podría permitir un acuerdo definitivo y estable y traer, por fin, la paz. Está en manos de los israelíes que la esperanza de Taba se convierta en realidad.” Tal era nuestra buena fe hacia los líderes israelíes que a penas unas semanas después liderarían la peor masacre de palestinos desde 1967. Es imposible errar, por ingenuidad, de manera más clamorosa.


La comunidad internacional tiene normas: el derecho internacional existe. El derecho de los conflictos armados y el derecho humanitario, definidos en las Convenciones de Ginebra, vienen a ser al derecho internacional lo que el derecho penal es al derecho estatal. El ejército de Israel, bajo las órdenes de su gobierno, ha cometido gravísimas violaciones de este derecho durante los veintidós días que ha durado su cruel, inhumana e injustificable ofensiva.


Por esto, a la hora de hacer un balance, lo primero es no centrarse en los actores del conflicto, sino en sus acciones. No hablemos de Hamás y de Israel, porque por este camino acabaremos en la equidistancia, con el argumento de que unos son terroristas y los otros un Estado democrático. Hablemos de los hechos: una acción militar que tenía el objetivo “oficial” de acabar con los lanzamientos de cohetes desde Gaza ha causado 1.300 muertos, entre ellos más de 400 niños, más de 5.000 heridos graves, devastación de las infraestructuras básicas, incluidas las escuelas y los almacenes de alimentos de la ONU, y un desastre humanitario sin parangón.


Dicen que Hamás también es responsable de los muertos civiles de Gaza, que los utiliza de escudos humanos, que mezcla niños con milicianos. Pero, ¿acaso no es Gaza el territorio más denso del mundo? La comarca del Maresme tiene exactamente las mismas dimensiones que la Franja: pongan en ella todos los habitantes de la ciudad de Barcelona. Es físicamente imposible separar la infraestructura de Hamás de la población civil. Imposible atacar la una sin asesinar a la otra. Y más cuando las fronteras de Gaza están selladas por un sitio –ilegal- que dura ya dieciocho meses y que ha impedido escapar. Se trata del primer conflicto sin refugiados en siglos: la Franja ha sido una ratonera masacrada de la cual los civiles no han podido huir.


Cuando decimos que la ofensiva israelí ha sido desproporcionada no estamos utilizando simplemente un adjetivo. Nos estamos refiriendo a un principio jurídico: el derecho de guerra se basa en los principios de distinción, proporcionalidad, necesidad militar y precaución de los ataques. Quien infringe estos principios, a juicio del derecho “penal” internacional está cometiendo un acto ilegal, un delito, un crimen. En la guerra, quien mata al margen del principio de proporcionalidad es un criminal. Hablar de desproporción no es una simple descripción: es una incriminación penal.


La Autoridad Nacional Palestina estudia denunciar al gobierno de Israel ante la ONU por crímenes de guerra. Richard Falk es un judío norteamericano. Es además el relator de la ONU para los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos ocupados. El 10 de enero acusó al gobierno de Israel de cometer crímenes de guerra y contra la humanidad y de violar masivamente las leyes internacionales humanitarias, y ha pedido que sea juzgado por un tribunal internacional. ¿Por qué Israel ha matado, con plena conciencia, a más de 1.000 civiles inocentes justo cuando el mundo intenta entrar en una nueva era? ¿Por qué el mundo lo ha permitido?

18 de gener, 2009

Amb Palestina al cor (3/5)

Les armes a Gaza comencen a callar, després de deixar més de 1.200 morts palestins i 13 israelians. Israel, com tantes vegades en els darrers 40 anys, no ha acceptat la resolució de NNUU que reclamava a les parts una treva pactada entre elles i ha preferit una treva unilateral. La possibilitat que es consolidi encara són, avui, extraordinàriament fràgils; que ho faci o no dependrà en bona mesura de quines siguin les primeres mesures d’Obama y Clinton (Hillary) en relació a aquest conflicte.

El desastre humanitari i polític que emergeix a conseqüència d’aquesta treva no pot ser més gran. La massacre de civils innocents és un dels espectacles més repugnants que hem pogut veure al món els darrers anys, comparable només a l’11-S, la neteja ètnica a Bòsnia o els genocidis de l’Africa (Ruanda, Congo, Darfur). En tots aquests conflictes, tanmateix, la condemna de l’agressor per part de la comunitat internacional ha estat total i absoluta. I l’actuació de les principals potències ha estat, poc o molt, coherent amb aquesta condemna. Aquest cop no. Aquest cop la majoria de potències ha guardat –en el millor dels casos- una immoral equidistància entre l’agressor i les víctimes innocents. Viure a Gaza no és el mateix que viure a les Torres Bessones, sens dubte.

Per cert: res del que diem ha de ser interpretat com la més mínima justificació de Hamàs. Hamàs és un moviment de resistència que es va presentar a unes eleccions legislatives palestines -entre d’altres coses, gràcies a la pressió dels EEUU sobre Israel, que ho volia impedir- i les va guanyar. Unes eleccions que, a judici dels centenars d’observadors internacionals que les van supervisar, es van desenvolupar amb total correcció. Tanmateix, Hamàs és també un moviment de resistència que, en primer lloc, creu en la legitimitat de la lluita armada i de la violència per resoldre el conflicte palestí i que, en segon lloc, no reconeix, avui per avui, el dret a l’existència i a la seguretat de l’Estat d’Israel. Totes dues coses són, òbviament, completament condemnables, com també ho són els coets que ha estat enviant contra territori israelià des de fa anys.

Però, per molt que es pretengui, el tema avui no és aquest. El tema és una agressió militar cruel, sanguinària, desproporcionada i injustificada que un Estat pretesament democràtic i amic d’Europa ha perpetrat, deixant centenars de persones assassinades pel camí –entre ells, més de 400 infants i més de 100 dones-. Una guerra on s’ha utilitzat fòsfor blanc –una arma prohibida per la llei internacional- i on ahir mateix, per exemple, l’exèrcit israelià bombardejava una escola de UNRWA, provocant la mort de dos nens més. Qui no reconegui que el problema, avui, és aquesta deplorable matança de 22 dies i no cap altre, comet una indignitat imperdonable.

Espanya és un Estat acostumat, per desgràcia, a la lluita contra el terrorisme intern i tota la societat espanyola té, avui, molt clar que aquest combat no es pot fer, de cap de les maneres, saltant-se els límits de l’Estat de Dret. Algú s’imagina que el govern provoqués víctimes civils de manera indiscriminada al País Basc en la seva lluita contra ETA? Ni que Hamàs sigui considerada una organització que practica el terrorisme, això no legitima a ningú a transgredir de manera sistemàtica i reiterada la llei i el dret internacional –el dret de guerra, el dret humanitari, etc-.

L’anàlisi de les conseqüències polítiques d’aquesta “guerra de Gaza” ja tindrem temps de fer-la -en aquest mateix blog- durant les properes setmanes. De totes maneres, ja podem dir alguna cosa: les relacions de la Unió Europea amb l’Estat d’Israel no haurien de tornar a ser les mateixes després d’aquesta gravíssima violació dels drets humans. En qualsevol cas, ara toca treballar durament perquè la treva es consolidi i per tal que la comunitat internacional sigui capaç, en els propers anys, de forçar un procés de pau basat en un respecte escrupolós i estricte de les resolucions de NNUU sobre el conflicte palestino-israelià. Unes resolucions que són meridianament clares quan exigeixen la retirada de l’exèrcit israelià dels territoris ocupats des de la guerra del 1967.

Tanmateix, a la llum dels darrers fets, ¿és possible creure que Israel està realment disposat a una pau justa? Cada vegada una part més gran de l’opinió pública mundial creu que no. Aporto avui un dels articles d’El Ciervo on, precisament, de la mà del líder palestí Mustafà Bargouthi, intentava explicar quins són els interessos estructurals que expliquen la resistència d’Israel a avançar honestament en un procés de pau. L’article està escrit, precisament, en el moment en que començava la treva: ens en felicitàvem sense ni imaginar l’horror que veuríem al cap de sis mesos. Però acabava amb més ombres que llums: posant de manifest que la propensió d’Israel a mantenir viu el conflicte és molt gran.

En cap conflicte –i menys en aquest- té cap sentit exercir de profetes del desastre, però sí cal ser conscients de quines són les pretensions reals dels diferents bàndols. Es hora que la comunitat internacional actuï amb més fermesa si no volem que el conflicte israeliano-palestí acabi per enverinar de manera irreversible les relacions internacionals en un moment en què el món avança en caiguda lliure cap a la segona pitjor crisi econòmica de la seva història contemporània.


¿Expectativas de paz en Oriente Medio?

Article publicat a “El Ciervo” el julio-agosto del 2008

Después de meses de tragedia, el conflicto entre Israel y Palestina arroja al fin una noticia positiva: la tregua entre Hamás y el ejército israelí, en virtud de la cual los primeros dejarán de enviar cohetes caseros a territorio judío y los segundos dejarán de hacer acciones de represalia en Gaza, además de abrir algunos de los pasos que comunican la franja con el exterior. El acuerdo parece un milagro, sobre todo si recordamos que desde la Conferencia de Anápolis, en noviembre de 2007, han muerto más de 340 palestinos a manos de los soldados israelíes.

Este paso en la buena dirección ha sido posible gracias a la mediación de Egipto. De hecho, en estos momentos Israel está enfrascado en una triple negociación: una negociación indirecta con Hamás a través de los buenos oficios egipcios, otra también indirecta con Siria, con la mediación de Turquía, y la negociación directa con la Autoridad Nacional Palestina, bajo los auspicios de los EEUU. El mundo entero espera que lleguen a buen puerto, entre otras cosas porque el conflicto de Oriente Medio tiene una enorme capacidad para desestabilizar la geopolítica mundial. Pero la paz es imposible si una de las dos partes no está verdaderamente interesada en ella. En Oriente Medio la paz sólo será posible sobre unas bases justas y la ONU ha hablado muy claro, una y otra vez, a través de sus resoluciones, sobre cuales son los términos de un acuerdo justo para este conflicto.

Los países árabes -y especialmente el pueblo palestino- están dispuestos a hacer concesiones dolorosas para alcanzar la paz. Pero estas concesiones no pueden alejarse de manera desproporcionada e injustificada de aquello que el derecho internacional, a través de la ONU, ha establecido. Por esto, son muchos los observadores que a veces dudan de que el Estado israelí tenga verdaderas intenciones de lograr la paz. Porque sus propuestas para un acuerdo definitivo con los palestinos, hasta la fecha, distan de manera abismal de lo mínimamente aceptable para ellos.

En una reciente entrevista que Ignacio Ramonet le ha hecho en Le monde diplomatique, Mustafá Barghouti, el que fuera el segundo candidato más votado -por detrás de Abbás- en las últimas elecciones presidenciales palestinas señala el que, a su entender, es el actor clave para explicar la falta de interés de Israel en la paz. Dice Barghouti, líder de un partido de izquierdas, laico y pacifista: “En Israel existe un importante complejo militar-industrial. Parecido al que denunció, en los EEUU, Eisenhower en 1960. Y este complejo militar-industrial se ha aprovechado de las guerras sucesivas de Israel contra los Estados árabes, así como del conflicto con los palestinos.” Prosigue: “Se trata de un complejo mucho más sofisticado que su homólogo estadounidense. Se alimenta de las sucesivas guerras, y cultiva los enfrentamientos así como la conflictividad en general, a expensas de los mismos ciudadanos israelíes, quienes son sus primeras víctimas.”

Y añade: “Israel exporta cada vez más dispositivos de seguridad electrónicos, sistemas de alerta y defensa, de técnicas de control, de vigilancia y de prevención, etc. (…) Adquiridos en la guerra o en la represión, estos conocimientos se transfieren a empresas especializadas en seguridad y en la prevención de agresiones o en el control de individuos. Las cuales los venden. Así es como Israel se ha convertido en uno de los mayores exportadores de sistemas de vigilancia y de seguridad. Dentro de esta misma lógica, se puede afirmar que de alguna manera utilizan Cisjordania y Gaza como auténticos laboratorios para experimentar y definir nuevas técnicas de control de individuos, para que posteriormente puedan ser exportadas.”

¿Qué hace falta para vencer las resistencias de aquellos poderes -ya sean políticos, económicos o militares- que en el interior de Israel no quieren una paz ajustada al derecho internacional, es decir, la única paz posible? Sólo la comunidad internacional tiene la respuesta a esta pregunta.