23 de gener, 2007

En respuesta al reto de López Bulla, sobre las raíces cristianas de Europa (y 3)

3. Sobre Turquía, te copio una nota que acabo de publicar esta misma semana sobre el asunto (también en El Ciervo):

Turquía, de entrada sí. Entre los partidarios de la incorporación de Turquía a la UE encontramos tanto argumentos basados en posiciones de derechas como otros fundados en visiones progresistas. Lo mismo ocurre con los argumentos contrarios: algunos proceden de perspectivas conservadoras, mientras que también desde la izquierda hay quien se opone a su entrada.

Derecha contraria: Europa tiene un fundamento cultural, que se refiere fundamentalmente a sus raíces cristianas. ¿Qué hace un país islámico, por muy democrático que sea, en una Europa de trasfondo cristiano? Se basa en una visión culturalista de Europa.

Derecha favorable: Turquía es un mercado emergente, en el que se puede hacer mucho negocio. Además, con la entrada de Turquía, se consolidará la Europa-mercado y se hará casi imposible la Europa política, que se supone que requiere unos fundamentos culturales comunes. Se basa en una visión neoliberal de la UE.

Izquierda contraria: Europa tiene una prioridad, que es la Unión política. Con Turquía dentro, este objetivo se hace todavía más complicado, por no decir imposible. Sólo una Unión política puede salvar el modelo social europeo, a medio plazo. Por lo tanto, en nombre del federalismo europeo, hay que renunciar a la entrada de Turquía.

Izquierda favorable: La entrada en la UE anclará la democracia en Turquía, lo cual permitirá demostrar que una democracia estable es posible en un país mayoritariamente islámico. Lo cual, en términos geopolíticos, no es poca cosa.

A mi parecer, se trata pues de negociar la plena entrada turca sin poner en riesgo el proyecto de la Europa política federal. Una cuadratura del círculo perfectamente posible.

Dicho de otra manera, que Bush sea tan partidario de la entrada de Turquía en la UE como tu o como yo debería hacernos sospechar sobre lo acertado nuestra postura. Que los democristianos alemanes más conservadores sean contrarios a la entrada (los mismos que defienden, en efecto, la mención a las “raíces cristianas”) debe reafirmarnos en nuestra posición favorable. Vaya lío. ¿Por qué no se ponen de acuerdo entre ellos y así nosotros adoptamos, simplemente, la posición contraria?

Bromas a parte, debemos tener claro por qué queremos que entre Turquía y con qué condiciones. Turquía no tiene que ser la excusa para la confirmación irreversible de la “Europa gran mercado y nada más”, como quieren muchos anglosajones de esta parte del Atlántico. Ni se trata, tampoco, de anclar a Turquía en el bloque occidental por motivos geopolíticos (que entre en la UE, para que no se vaya de la OTAN), como quieren muchos anglosajones del otro lado del Atlántico.

Tenemos que poner todas las garantías que asegure que Turquía en la UE no impide avanzar hacia la UE política y social. En cualquier caso, si algún argumento hay contra la entrada de Turquía, nada tiene que ver con el riesgo de difuminar nuestras “raíces cristianas”. Al contrario, si Turquía acaba entrando el carácter cristiano de Europa se verá reforzado, porque será, sin duda, un valiente gesto de solidaridad geopolítica y porque contribuiremos a ilustrar el Islam. Y trabajar por la justicia (ya sea geopolítica o cultural) siempre le hace a uno más cristiano, aunque no lo sepa.

22 de gener, 2007

En respuesta al reto de López Bulla, sobre las raíces cristianas de Europa (2)

2. Queda claro pues que soy partidario que la UE tenga una inspiración cristiana. Pero, precisamente para ser coherente con las enseñanzas evangélicas, soy partidario de que esta inspiración se demuestre en los hechos, y no soy partidario de que se declare en los textos.

Dicho eso, creo que todos los ciudadanos, independientemente de nuestra adscripción religiosa, debemos defender a capa y espada la laicidad y la no confesionalidad de las instituciones públicas y del Estado. Los cristianos los primeros, puesto que no se puede entender la fe cristiana al margen de la libertad. La buena teología (la de hoy y la de siempre) explica que no se puede creer por obligación, ni siquiera por inercia sociológica. Por lo tanto, los cristianos deberíamos ser los primeros en defender los principios de tolerancia y de libertad religiosa, aun cuando en la historia de Europa la Iglesia (la católica, sobre todo) haya jugado tantas veces el papel contrario, al menos hasta el Concilio Vaticano II.

¿Cómo vamos a hacer una Europa en la que todos los ciudadanos, agnósticos, cristianos, musulmanes, judíos, budistas o hindús, sean de primera si nuestra Constitución intenta proclamar una “identidad cristiana”? ¿Poco cristiano, no te parece, buscar una Europa con ciudadanos de primera y de segunda?

Las guerras de religión del siglo XVII fueron el crisol donde se fraguó el principio de tolerancia. La Iglesia Católica hasta el siglo XX no aceptó plenamente la desconfesionalización de la vida política y la secularización de las sociedades que durante siglos se había acostumbrado a tutelar. Seria una tragedia que los pasos dados durante el Concilio sean retrocedidos ahora de maneta sutil por un Vaticano empeñado en reconfesionalizar el continente. Además, se trata de un ejercicio inútil.

Por esto, angustia ver la posición de determinadas Conferencias Episcopales en torno a determinados debates políticos, como por ejemplo el del matrimonio homosexual. Pero ahí el problema no es sólo de ingerencia del altar en los asuntos del trono, de control de la espada por parte de la cruz, sino de falta de democracia interna en la Iglesia. Que los obispos, más allá de su mera (y legítima) participación en el debate público, intenten marcar la posición de los legisladores en temas que afectan a la moral familiar es triste; pero que en las cúpulas episcopales, en temas como éste, sólo se oiga una voz, siempre conservadora, que para nada corresponde al sentir de una parte importante de las bases católicas, es probablemente más triste todavía.

Por cierto, me juego un paquete de ducados a que en España hay más cristianos favorables al matrimonio homosexual que en contra. (Yo de ti no aceptaría la apuesta, que las encuestas del CIS avalan mi sospecha).

19 de gener, 2007

En respuesta al reto de López Bulla, sobre las raíces cristianas de Europa




El reto de José Luís López Bulla




José Luis, te acepto el envite, cómo no. Aunque, recuerda, tenemos otro pendiente de más enjundia, sobre el futuro de la izquierda, en respuesta a un artículo de Giddens que suscitó cierto debate en Europa, titulado “El socialismo ha muerto, pero la izquierda no”. Vamos, por ahora, al reto que me pones hoy, sobre las raíces cristianas de Europa (que es de respuesta relativamente fácil) y ya daremos a la pregunta por el socialismo la respuesta que merece (que es un tato más compleja y merece más detenimiento) en otro momento.

Avanzo a partir de tres tesis simples:

1. Los cristianos de izquierdas no podemos estar a favor de la mención a las “raíces cristianas de Europa” en la futura Constitución Europea.


2. Los ciudadanos, todos, tenemos que defender a capa y espada la laicidad del Estado y de las instituciones públicas.


3. Estoy a favor de la entrada de Turquía en la UE, pero con una salvaguarda relativa a la Unión Política de Europa
.

Hoy desarrollo la primera. El lunes y el martes explicaré las otras dos.

1. En su día dediqué un artículo (en El Ciervo) al debate que se tenían sobre todo en Francia, socialistas laicistas y socialistas cristianos, como por ejemplo Delors, sobre la mención a las raíces cristianas de Europa en la Constitución. (Te lo adjunto, en pdf, al final de esta nota). Yo soy contrario a ello, no tanto por ser de izquierdas sino por ser cristiano. (Por cierto, ¿hay alguien todavía convencido de que se puede ser cristiano y de derechas sin correr un serio peligro de ser condenado al infierno el día del juicio final?).

No estoy en contra de esta mención por los motivos que tú imaginas. No se trata simplemente de defender la laicidad, la no confesionalidad de Europa, a machamartillo, que también. De esto te hablaré en el próximo punto. Se trata, de hecho, de todo lo contrario. Yo quiero una Europa cuyas instituciones sean completamente laicas, sin vínculo privilegiado con ninguna religión, y al mismo tiempo me gustaría una Europa cuyos valores, cuyas prioridades estratégicas, cuyo rol mundial estuviera teñido por una fuerte inspiración cristiana. ¡Santo Dios! ¡Qué me dices!

Me gustaría una Europa cuya actuación estuviera presidida, en primer lugar, por el sentido de la justicia, la solidaridad y el universalismo. Que son algunos de los valores propiamente evangélicos (aunque no exclusivamente evangélicos). El sentido cristiano de la fraternidad universal, trasladado a la esfera política, nos debería llevar a trabajar por la justicia global o, por decirlo a la manera de hoy, por “otro mundo posible”.

Por esto creo que, si acaso, el cristianismo de Europa se demuestra en su capacidad para generar justicia social: puertas adentro, con un verdadero Estado del Bienestar que garantice los derechos de todos, sobre todo de los más débiles; y puertas afuera, con una reforma de la globalización en clave social, que permita propulsar el desarrollo de los países del Sur, para ser coherentes con ese principio de la teología de la liberación (que Woytila rápidamente se hizo suyo) que es la “opción preferencial por los pobres”.

Quiero una Europa tan cristiana que siga al pie de la letra a Mateo 25, la parábola del juicio final. Ahí, acordaos hermanos, Jesús condena a aquellos que le tenían todo el día en la boca y, sin embargo, pasan de largo del hambriento, el sediento y el desnudo. Justo quienes pensaban salvarse… ¡zas, al fuego eterno! Y salva a quienes nunca se pararon a rezar al Señor y que, por eso mismo, no contaban con la salvación. Y sin embargo cubrieron al desnudo, alimentaron al hambriento, dieron de beber al sediento. “Lo que le hicisteis a ellos, me lo hicisteis a mi”. ¡Gran teólogo este Mateo!

Pues tomemos nota del Evangelio (los cristianos, claro, el resto no tenéis por qué). Yo, en fin, no quiero una Europa que recuerde sus raíces cristianas en sus papeles, sino una Europa a la altura de los valores cristianos, que es muy distinto. Europa no será ni más ni menos cristiana por el hecho de que su Constitución diga eso o aquello. Europa se salvará, como dice Mateo, si alimenta a los hambrientos de este mundo, y se condenará si limita a repetirse a sí misma su identidad cristiana.

Sólo me parecería razonable que la Constitución explicitara las “raíces cristianas” de Europa si hubiera un párrafo que, en clave histórica, hablara también de sus “raíces griegas y romanas”, de la “influencia judía y árabe”, de la “tradición moderna e ilustrada” como un hito clave de la historia de Europa, etc. Pero no soy muy partidario que las Constituciones hagan ejercicios de historia, porque suelen acabar mal y son poco propicios al consenso. Con que la Constitución deje bien sentados sus valores básicos, nos bastamos y nos sobramos.

Enlace al artículo La Constitución Europea y las raíces cristianas (El Ciervo, 12 de enero de 2003)

15 de gener, 2007

COMUNICAT DE CPC AMB MOTIU DE L'ATEMPTAT D'ETA DEL PROPASSAT 30 DE DESEMBRE

Malhauradament, l’atemptat d’ETA del passat dia 30, ha arrabassat tot el protagonisme del debat polític i està monopolitzant la informació als mitjans de comunicació. Es normal i inevitable. Aquella acció terrorista va acabar amb la vida de dos equatorians que vivien a Espanya gràcies al procés de regularització extraordinària d’immigrants que va emprendre el govern de Zapatero a principis de legislatura.

Una de les conseqüències polítiques més deplorables d’aquesta bomba ha estat l’aprofundiment de la ruptura de la unitat dels partits demòcrates, fonamentalment per la insistència del PP a fer de la política antiterrorista un motiu de confrontació partidista, amb objectius electorals. Una cosa inèdita ja no a Espanya, fins ara, sinó a qualsevol de les democràcies europees que han sofert fenòmens de terrorisme similars.

Per tal com aquesta confrontació partidista ha generat certa confusió i dubtes, entre ciutadans d’esquerres del conjunt d’Espanya, sobre quina hauria de ser l’estratègia a emprendre a partir d’ara, per tal de continuar el combat contra el terrorisme i assolir, d’una vegada per totes, una pau definitiva i estable, copio el comunicat que sobre l’atemptat d’ETA va fer públic CpC el dia 3 de gener d’enguany, les posicions del qual comparteixo plenament (entre d’altres coses, perquè vaig contribuir a redactar-lo):

COMUNICAT DE CPC AMB
MOTIU DEL'ATEMPTAT D'ETA
DEL PROPASSAT 30 DE DESEMBRE.03/01/07

1. Ciutadans pel Canvi condemna rotundament l'atemptat d'ETA del propassat dia 30 de desembre i mostra la seva plena solidaritat amb les víctimes i les seves famílies.

2. CpC reitera, un cop més, que el terror és incompatible amb la democràcia i que cap reivindicació política pot ser assolida per mitjans violents en un Estat de Dret. En aquests moments, l'esquerra abertzale ha de demostrar que ha entès que el diàleg és incompatible amb els atemptats i provar que ha apostat inequívocament per la pau.

3. CpC dóna suport a la decisió del president del govern de suspendre les converses amb ETA mentre no hi hagi condicions mínimes per al diàleg, que passen d'entrada pel retorn de l'organització terrorista a la treva.

4. Esperem de totes les forces polítiques espanyoles, inclòs el principal partit de l'oposició, un comportament responsable, que permeti mantenir la unitat de totes les forces democràtiques.

5. Només una situació d'absència total i demostrable de qualsevol tipus de violència pot permetre, en el moment adequat, emprendre les oportunes mesures de flexibilització penitenciària i la participació de l'esquerra abertzale en la vida institucional.

6. CpC vol donar suport a totes aquelles iniciatives transversals, com ara la xarxa de dones Ahotsak -Veus de dones per la pau-, i de la societat civil que treballen activament per la culminació del procés de pau.


Per la Comissió Permanent
Ciutadans pel Canvi

11 de gener, 2007

Pinochet o una parábola para América Latina

Como Pedro y el lobo, el mentiroso más famoso de América Latina exageró tantas veces su enfermedad para librarse de la acción de la justicia que, cuando la muerte de llegó de manera cierta, nadie le hizo caso y pilló al mundo entero por sorpresa. Ironías de la historia: si un anciano de más de 80 años tiene un episodio cardíaco grave, es muy probable que su deceso esté, en efecto, a la puerta de la esquina. Pero este hombre consiguió que no le dieran crédito ni en el momento de su muerte. ¡Hay que ser un genio del engaño para que no te crean ni en el instante de morirte!

Pinochet engañó al general Prats y a Salvador Allende, a los que juró lealtad y obediencia, para dar el golpe del 11 de setiembre de 1973. Aquél acto de traición nubló el horizonte de la izquierda, a lo largo y ancho del mundo, durante décadas. ¿Si en plena guerra fría los EEUU no iban a permitir que el socialismo, como sistema económico, se implantase por la vía democrática, gradual, a través de las urnas, qué esperanza le quedaba a la izquierda no pro-soviética? No en vano, fue de aquél magnicidio de donde vino la apuesta del los comunistas italianos por el compromesso storico.

Pinochet también engañó a los jueces de medio mundo, empezando por unos lords ingleses con peluca cana y acabando por la Corte de Apelaciones chilena, a base de fingir reiteradamente una senilidad que supuestamente le impedía comparecer como acusado ante los tribunales de su querido país. Todos recordamos cómo su simulada invalidez impidió la extradición a España, pero a los pocos días intentaba escarnecer la justicia internacional levantándose provocativamente a su llegada al aeropuerto de Santiago. Luego, una aparente demencia senil le libró de los jueces chilenos: ¡tener que hacerse el loco para esquivar la justicia! No creo que haya otra manera más lamentable, más cobarde, de salvar el tipo.

De hecho, la demencia senil es la más absurda de todas mentiras de la vida de este siniestro personaje. Porque es evidente que Pinochet no alcanzó la locura en su vejez, sino que fue un peligroso demente durante toda su vida. Porque para salvar la libertad del peligro marxista y totalitario (¡Allende, un presidente elegido en las urnas!) instauró una dictadura sanguinaria y organizó una de las cadenas de muerte y tortura más sádicas de la segunda mitad del siglo XX. Su afición al engaño fue tal que inventó un sistema para hacer desaparecer a centenares de torturados con el fin de ocultar para siempre la verdad: los hacía arrojar drogados al océano desde un avión, en una zona densa en tiburones.

Tanta mentira acabó por arruinar incluso el apoyo de los suyos: un buen día se descubrió que durante años se había dedicado a robar metódicamente al Estado del que había sido jefe, con el fin de amasar una discreta fortuna personal de unos cuantos millones de euros, para él y para su familia. A raíz del caso de la Banca Riggs, hasta la derecha chilena le retiró la pleitesía. Lo de Pinochet con la mentira, sin lugar a dudas, era compulsivo.

Es curioso: hay muertos destinados a vivir para siempre en el alma de los hombres, desde el instante mismo su desaparición. Es el caso de Salvador Allende. Hay vivos, en cambio, cuyo destino es desaparecer lo antes posible de la memoria humana que y, sin embargo, parece que no acaben de morir del todo. Porque la muerte de Pinochet no será auténtica hasta que a las víctimas de su dictadura o a sus familiares la justicia les devuelva lo que el tirano les quitó. Los procesos judiciales tienen que continuar en Chile, porque muchos de los presuntos culpables siguen vivos, aunque el tirano haya muerto. Muchos desaparecidos están todavía por localizar y la reconciliación chilena no será definitiva hasta que toda la verdad sobre la represión llegue a sus legítimos depositarios.

Imagino a Fidel Castro, en estos momentos en que una enfermedad quizás irreversible parece acercarle al final de sus días, sonriendo al comparar su final y el del chileno. Sin duda, Cuba no es un modelo para el continente, pero es igual de cierto que la izquierda gobierna en América Latina de manera masiva: el PT de Lula en Brasil, el MAS de Morales en Bolivia, el Frente Amplio de Tabaré en Uruguay, Chaves en Venezuela, Correa en Ecuador, Kirchner en Argentina… América Latina es, hoy, el continente de la izquierda plural.

Y en Chile preside una socialista, Bachelet, miembro del mismo partido de Allende, hija de un ejecutado por la dictadura y ella misma torturada: Pinochet ha tenido que ver cómo la administración política de su muerte quedaba en manos de una de sus víctimas. ¿Qué mejor símbolo de su derrota ante la historia?

Fidel vive la etapa final de su vida cargado de críticas por lo que ha hecho (o, mejor, por lo que no ha hecho) con el socialismo cubano durante las últimas décadas. Pero se va con el respeto de todos y un cierto reconocimiento. Así, América Latina es hoy casi una parábola: la izquierda revolucionaria, hija del siglo XX, sobrevive sus horas postreras, mientras los últimos restos de dictadura fascista, el precio de la guerra fría, desaparecen y una nueva izquierda, democrática, resucita de manera generalizada en el continente, para devolverle la esperanza en este nuevo siglo que empieza.

Publicado en la revista El Ciervo (enero 2007)

03 de gener, 2007

Cataluña: nuevo gobierno de izquierdas

El 2003, el tripartito, el primer gobierno catalanista y de izquierdas, levantó unas expectativas enormes entre la sociedad catalana progresista. No era para menos: por primera vez desde la guerra civil, desde hacía casi 70 años, llegaban las izquierdas catalanas al gobierno del país. Después de 23 años de nacionalismo conservador, la ilusión por el proyecto encabezado por Pasqual Maragall era muy alta y estimulante.

¿Qué esperaba aquella gente del gobierno al que habían votado, ya fuera a través del PSC-CpC, de ERC o de ICV-EUiA? Esperaban unas políticas progresistas, muy especialmente en el ámbito social (acordes con una sociedad catalana, según todos los estudios sociológicos, más bien escorada hacia la izquierda). Y, ¡oh paradoja!, estas son precisamente las políticas que ha hecho el tripartito durante estos tres años de legislatura.


¿Cuál era el principal problema de la escuela en Catalunya? Su división entre dos redes, la pública y la concertada, ambas financiadas con fondos públicos, pero con un grado de accesibilidad muy distinto. La pública era efectivamente gratuita, mientras la concertada lo era sólo en teoría. Consecuencia: los alumnos inmigrantes se concentraban (8 de cada 10) en la pública y la calidad de las dos redes, en consecuencia, había ido divergiendo. Colofón: la igualdad de oportunidades en riesgo. Pues bien, el Pacto Nacional por la Educación, una de las principales obras del tripartito, puso el rumbo para corregir este grave problema.

¿Cuál era el principal cáncer de la sanidad? Un déficit financiero estructural de 600 millones de euros anuales. Pujol se quejaba a todas horas de que la financiación sanitaria recibida del gobierno central era insuficiente. Pero cuando los gobiernos de Madrid dependían de él no consiguió resolverlo. El tripartito arrancó a Zapatero un nuevo pacto para la financiación de la sanidad que resuelve el déficit estructural de la sanidad, no sólo de Catalunya sino del resto de CCAA.

Podríamos seguir hasta el aburrimiento. Las plazas de guardería públicas son fundamentales para permitir la incorporación de la mujer al trabajo. Pues bien, durante 23 años de CiU se construyeron 30.000 plazas y en sólo 3 años de tripartito ya se han empezado a construir 25.000. Podríamos hablar de las viviendas protegidas (que se han disparado hasta 35.000 en sólo tres años), o de la célebre Ley de Barrios, que ha invertido 600 millones de euros (para la renovación urbanística y de los servicios sociales) en los barrios y cascos urbanos más degradados de los principales pueblos y ciudades de Cataluña.

Esta es la obra que muchos ciudadanos catalanes de izquierdas esperaban y esta es la obra que se ha hecho. Sin embargo… las elecciones se han avanzado un año, el clima general entre el votante progresista no era, ante las elecciones del 1 de noviembre, de excesiva euforia, por no hablar de franca desilusión o desmotivación. ¿Qué le ha ocurrido, pues, a este primer gobierno catalanista y de izquierdas?

Ha cometido dos pecados principales. El primero, no mostrar ante la opinión pública un grado suficiente de cohesión interna y dirimir sus discrepancias en público. En parte, no ha hecho sino lo propio de cualquier gobierno de coalición de cualquier país de Europa complejo y plural como el nuestro. ¿No habría, pues, que preocuparse por las desavenencias entre socios? No exactamente. Por un lado, viniendo como veníamos de un gobierno casi unipersonal de 23 años, algunas discrepancias lógicas han parecido excesivas. Por otro lado, el tripartito, falto de experiencia de coalición, ha llevado la temperatura de las discrepancias públicas más allá de lo que es habitual en los termómetros europeos. Ni tanto ni tan poco: esto es lo que habrá que corregir.

Por otro lado, el gobierno catalán pecó al ceder todo el protagonismo de la agenda política al Estatut. ¿Había que hacer un nuevo Estatut? Sí, entre otras cosas porque el desarrollo federal de España es bueno. Y además porque una parte importante de la sociedad catalana aspiraba a unas mayores cotas de autogobierno dentro de la Constitución (al menos, todos los votantes del referéndum del 18 de junio más aquellos que votaron en contra por considerar que el Estatut era insuficiente).

Recordemos que el sistema autonómico español había dejado al margen de la descentralización dos pilares básicos del Estado: la Hacienda y la Justicia, dos pilares básicos del Estado moderno. Una vez la descentralización ha dado sus frutos en campos como la educación, la sanidad y tantos otros, era ya hora de descentralizar también la administración de justicia y la fiscal. Estos son los dos principales cambios que promueve el Estatuto catalán, además de conseguir una justa democratización de los símbolos y las identificaciones nacionales.

¿Era este el mejor momento para hacer la reforma estatutaria? ¿Hacía falta empezar la obra del tripartito por aquí? Aquí, como el verso, las opiniones son libres. A posteriori, se puede hacer todo tipo de elucubraciones. Que el Estatut es políticamente bueno, para Cataluña y para el conjunto de España, no haya la menor duda. Que fuera estratégicamente oportuno ponerlo como la principal prioridad del gobierno catalán, esto ya es más discutible. En cualquier caso, para uno de los socios del tripartito, ERC, era una condición necesaria, y lógica si uno recuerda que este partido estuvo en contra del Estatut del 79 y, por lo tanto, para subirse al carro de las instituciones necesitaba una justificación política que sólo un nuevo Estatut podía proporcionarle.

Con todo, la sociedad catalana le ha dado al gobierno catalanista y de izquierdas, ahora Entesa Nacional pel Progrés, una segunda oportunidad. De 74 diputados, la mayoría progresista ha pasado a 70, cuando la mayoría absoluta es de 68. La reforma social ya empezada debe continuar por el mismo camino. Sin embargo, ahora será más fácil que protagonice el relato público. España, la España progresista, debería entender que optar por una coalición así es primar, en Catalunya, el eje izquierda-derecha. Algo de lo que debería alegrarse todo ciudadano comprometido con los valores de la igualdad y la justicia social.

Un pacto del PSC con CiU hubiera supuesto, por lo contrario, poner por delante el eje identitario, esto es, el eje España-Catalunya. (En efecto, el catalanismo federalista del PSC está más cerca, en teoría, del nacionalismo confederalista de CiU que el independentismo pacífico de ERC). Esta es, en fin, la gran pregunta que deberíamos hacernos todos: ¿qué eje priorizamos?, ¿izquierda-derecha?, ¿el eje identitario? ¿Se puede realmente de izquierdas sin poner el eje izquierda-derecha por delante?

Artículo publicado en la revista El Ciervo (diciembre 2006)