El primer ministro chino, Wen Jiabao, declaraba hace a penas unas semanas: "en este momento difícil, el coraje y la confianza son más importantes que el oro y la moneda." Se refería, por supuesto, a la crisis económico-financiera mundial, la más grave desde la II Guerra Mundial. Sin duda, tenía más razón que un santo.
Obama en su primer presupuesto ha lanzado un valiente plan de estímulo del sector productivo, a base de rebajas fiscales y aumento del gasto público. Tiene pendiente de concretar, todavía, un verdadero plan de rescate del sector financiero, que muy probablemente acabará suponiendo la nacionalización temporal de los bancos más importantes de los EEUU. Pero, en cualquier caso, dispone de algo que vale tanto o más que los miles de millones de dólares que valen estos dos planes: dispone de liderazgo. Junto a sus medidas económicas está en condiciones de ofrecer un horizonte comprensible, así como los instrumentos y la voluntad para alcanzarlo. En una palabra, por ahora tiene capacidad para inspirar confianza. Y esto es clave para que sus planes de rescate y de estímulo surtan algún efecto. El oro, sin la confianza, apenas vale nada.
Si la máxima del premier chino es cierta, entonces la Unión Europea tiene un problema considerable, por no decir grave. ¿Dónde está, en Europa, el liderazgo? No olvidemos que, en momentos de grave crisis económica –ergo, crisis social- el liderazgo sólo puede proceder de la política. ¿Qué político o políticos europeos están en condiciones de proporcionar la confianza necesaria para que los planes europeos de recuperación del sistema financiero y económico den el resultado esperado?
En realidad, la hoja de servicios de Europa ante la crisis actual no es mala. Para valorarla adecuadamente, recordemos esta historia de todos conocida: una crisis financiera de proporciones inconmensurables originada en los EEUU se extiende a escala internacional y acaba provocando una sequía general en el crédito que frena en seco la actividad productiva, primero en los países de la OCDE y luego, en cadena, en el resto de las economías mundiales. Para salir de la recesión es necesario, pues, actuar en tres frentes a la vez. En primer lugar, reactivar el crédito. En segundo lugar, reactivar la actividad productiva. En tercer lugar, cambiar las reglas del juego del sistema financiero internacional para que no se vuelva a producir otra crisis similar en el futuro.
En los tres frentes, la actuación europea ha sido razonable. Sarkozy fue el promotor de la cumbre de Washington donde se adquirió el compromiso de regular en serio el sistema financiero internacional. Gordon Brown fue el inspirador de los planes de rescate de la banca que evitaron, en el momento más crítico, el colapso completo de las finanzas globales -obligando a rectificar la estrategia que inicialmente habían diseñado los norteamericanos-. En cuanto al estímulo del sistema productivo, se puede decir que los países europeos, gracias a sus sistemas de bienestar, tienen un plan “natural” de reactivación económica, los llamados “estabilizadores automáticos” -subsidios de paro y demás prestaciones que mantienen la demanda y el consumo en momentos de crisis.
Pero no es suficiente. Hay que ir más allá en cada uno de estos frentes. Lo cual requeriría un liderazgo político muy sólido. Pero en una Unión a 27 esto es imposible sin una estructura federal, es decir, sin un verdadero “gobierno económico europeo”. Lo señalaba en un artículo reciente Paul Krugman: “Europa no tiene esa clase de instituciones de alcance continental necesarias para lidiar una crisis de alcance continental”. Así, en el caso de la UE, la falta de un auténtico liderazgo político tiene un doble efecto pernicioso: por un lado, impide que se tomen medidas con suficiente ambición y, por el otro, impide que las medidas tomadas sean respaldadas por la necesaria confianza en sus responsables políticos. ¿Será capaz Europa de sacar la lección necesaria? Continuaremos el mes que viene.
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