29 de desembre, 2005

Rajoy, deja la paja en paz

Sí, Mariano, sí, tiene Ud. razón. España es una Nación de ciudadanos libres e iguales. Pero resulta -¡ay, que mala suerte!- que entre los derechos de los ciudadanos está el derecho a su propia identidad lingüística, cultural y nacional. El derecho a identificarse con una nación cultural particular, con su memoria histórica, sus mitos y sus símbolos. Y que esta identificación, aun cuando viene predeterminada por el lugar o la familia de nacimiento, es libre y cada cual elige la que quiere, por suerte.

Olvida Ud. que este derecho -que yo prefiero pensar como un derecho individual, porque creo poco en los derechos colectivos, en los derechos de las naciones, como si de sujetos se tratara- es un derecho de ciudadanía que, aún siendo individual, se ejerce colectivamente, en comunidad, en grupo. Como ocurre con tantos derechos individuales, como el derecho de asociación o con tantos muchos sociales. Y por esto hay naciones (culturales) dentro del espacio cívico-democrático, en el seno de las cuales se ejerce este derecho de ciudadanía que es el derecho a la propia identidad.

Tiene Ud razón. Todos somos iguales. Pero a Uds. nunca les ha importado lo más mínimo la igualdad. Uds., con sus políticas fiscales regresivas, con su política educativa pensada para hacer de los colegios concertados refugios de las clases medias y medias altas, para evitar que se contaminen de los problemas educativos que provienen de la inmigración, con sus políticas de vivienda que han lanzado a la degradación los barrios más marginales de las urbes españolas, Uds. han hecho siempre todo lo que se les ha ocurrido para consolidar cuantas desigualdades injustas contaminan este país.

Lo que no puede ser es denunciar el nacionalismo catalán, vasco o gallego en nombre de la Nación cívica, y no denunciar el nacionalismo español que ha hecho sangrar este país durante siglos. Lo que no es decente es proclamarse anti-nacionalista, pero estar sólo en contra de un nacionalismo, el de los otros, y practicar el nacionalismo propio, el español, sin ningún tipo de vergüenza. Lo que no tiene nombre es apuntarse al “patriotismo constitucional” habermasiano y comportarse en las instituciones europeas como si de la reedición de la batalla de Breda se tratara, como hacía Aznar.

¿Será que el PSC -y con él una parte importante del PSOE- es el único partido no nacionalista de España? Los nacionalistas buscan modelos de Estado que no se corresponden ni con la letra ni con el espíritu de la Constitución. Los nacionalistas españoles pretenden un Estado centralista; los nacionalistas periféricos sueñan con un modelo confederal. Pero la Constitución, con el Estado de las Autonomías, abrió un horizonte federalizante, ni centralista ni confederal.

Por esto, el PSC se batió el cobre para que en el Estatut no figuraran ni los derechos históricos como fundamento de la soberanía, ni el concierto económico. Ambas propuestas eran propias de un confederalismo de lógica nacionalista, incompatible con nuestra inspiración federal y con el texto constitucional. De la misma manera que ahora nos batiremos el cobre para impedir que la modificación del Estatut en las Cortes responda a una interpretación nacionalista (española) -y en último término antidemocrática- de la Constitución.

Sr. Rajoy, deje por un tiempo en paz la paja en el ojo ajeno y preocúpese de la biga en el propio. Que encomendarse a la Nación de ciudadanos libres e iguales le sirva para sacudirse los kilos de nacionalismo español que impiden al PP despegar definitivamente al cielo democrático.


El Mundo Catalunya, 7 de desembre de 2005