26 de gener, 2009

Amb Palestina al Cor (4/5)

Per anar tancant les reflexions dedicades durant aquest mes de gener a la massacre de Gaza –el “guernika” dels Palestins, com l’ha definit l’eurodiputat francès Sami Naïr- penjo avui els meus tres darrers articles publicats a El Ciervo sobre la matèria. Explicaré perquè els he volgut penjat tots tres seguits, i no d’un en un com hem fet fins ara.

El primer, escrit a finals de l’agost passat, certificava la defunció del procés de pau d’Annapolis. Però, tot i l’estancament de les negociacions, ens resistíem a defallir i cedir a la desesperança. Per això, l’article següent era un repàs a les converses de Taba, el gener del 2001, que ha estat el moment en el qual les dues parts -el govern d’Israel i l’Autoritat Nacional Palestina- han estat més a prop d’arribar a un acord definitiva en tota la seva història. Una manera de recordar que una pau justa és possible i que, de fet, va estar a tocar de dits.

Aquell article recordava que fou Ehud Barak, l’actual ministre de defensa israelià i aleshores primer ministre, qui havia conduït –i també interromput- les converses de Taba. I mostrava l’esperança que l’arribada de Livni a Kadima permetés reemprendre un camí semblant. ¡Livni i Barak, els responsables directes, juntament amb Olmert, de la mort de més de mil innocents sota les bombes -algunes de fòsfor blanc, per cert-, atrapats en una ratera de la qual no poden sortir, a causa del setge al qual el propi govern israelià té sotmesa la Franja des de fa ja un any i mig!

Per això, el tercer dels articles, escrit aquest gener, es lamenta que les nostres expectatives, a penes dos mesos abans de la matança de Gaza, fossin tan equivocades, tan ingènues. Però en canvi serveixen de prova que, contra el què es diu des dels sectors pro-israelians, la nostra bona fe i la nostra benevolència –la dels qui participem del moviment de solidaritat amb Palestina i de denúncia de l’ocupació d’Israel- cap a la classe política israeliana no pot ser més gran. Esperàvem pau d’aquells que, a penes unes setmanes després, han dut guerra i només guerra!! Que no se’ns acusi mai més d’anti-israelians, si us plau.


Per això, aquest tercer article intenta dir les coses tal com són: constata que els fets ocorreguts tenen, d’acord amb el dret internacional de guerra i humanitari, el caràcter de “crims de guerra”. No ho dic jo, ho diu entre molts d’altres Richard Falk, jueu nord-americà i Relator de Nacions Unides per als DDHH als Territoris ocupats de Palestina. No, no estem contra Israel. Estem simplement contra els crims de guerra. Com ho estan totes les persones honestament compromeses amb el respecte de la llei, la justícia i la democràcia.


En Taba hubo una esperanza


Article publicat a “El Ciervo” el setembre-octubre del 2008


Con esta Vuelta y la próxima, termino –por ahora- la serie de artículos dedicada al conflicto palestino-israelí. Durante el último año hemos querido centrarnos en este tema porque el contacto directo con aquella realidad nos ha hecho tomar conciencia –más, si cabe- de hasta qué punto la estabilidad geopolítica mundial depende de aquél puñado de quilómetros cuadrados (Cisjordania tiene el mismo tamaño de la provincia de Girona y Gaza idéntica extensión que la comarca del Maresme).


Cada vez falta menos para que venza el plazo que Bush y Rice dieron a las partes, en la Conferencia de Anápolis, para llegar a un acuerdo. Pero hoy todavía diríase lejano. Parece harto improbable que, antes del relevo en la presidencia de los EEUU, se produzca el milagro; fundamentalmente porque Olmert ya ha anunciado su dimisión. Aunque siga en el cargo hasta octubre, parece imposible que un primer ministro interino consiga, en un par de meses, hacer pasar a Israel por la senda de las imprescindibles concesiones a los palestinos que ninguno de sus predecesores se ha atrevido a transitar.


Para mantener viva la negociación en tan precarias condiciones, la parte israelí filtró, a finales de agosto, que nunca en toda la historia del conflicto –es decir, en los últimos 60 años- se había estado tan cerca del acuerdo. Se dice que Israel ha ofrecido la retirada parcial de Cisjordania, anexionándose de manera definitiva los principales asentamientos construidos durante los 40 años de ocupación, y ofreciendo a cambio tierras del desierto del Neguev, hoy bajo su soberanía, de extensión equivalente y contiguas a la franja de Gaza.


Además, el ministro de Defensa, Ehud Barak, declaró inesperadamente que Israel estaba dispuesta, por primera vez, a permitir que “una parte” de Jerusalén Oriental - debidamente completada por poblaciones vecinas- se convirtiese en capital del futuro Estado palestino. Descartando, por supuesto, el control palestino sobre la Ciudad Vieja y los Lugares Santos. Añadía que Israel ni se plantea reconocer el derecho al retorno de los refugiados.


No parece que sean unas bases muy sólidas para el acuerdo. Se trata de una propuesta demasiado alejada de las resoluciones de NNUU, que exigen una devolución total de la Cisjordania ocupada en 1967 y disponen el derecho al retorno de los refugiados. Una oferta parecida, recordémoslo, fue rechazada por Arafat en Camp David el año 2000. De hecho, las autoridades palestinas han hecho saber oficiosamente que ven difícil un final feliz del proceso iniciado en Anápolis y que, en consecuencia, se plantean seriamente dejar por inútil la estrategia de la negociación y apoyar abiertamente una estrategia de resistencia popular no violenta.


Sin embargo, que a día de hoy las conversaciones parezcan estar en un punto muerto no significa que el conflicto no tenga solución. No es cierto que las dos partes nunca hayan estado tan cerca del acuerdo como ahora. No sólo porque estén más lejos de lo que pretenden los israelíes. La razón es otra. Hubo un momento, en los últimos años, en el que la paz sí pareció estar al alcance de la mano. Fue en el 2001. Durante la última semana de enero de aquél año, siendo todavía Barak primer ministro, palestinos e israelíes se cerraron en el balneario Egipcio de Taba. En el comunicado final, las partes afirmaron formalmente que nunca habían estado tan próximas a un acuerdo, tal y como confirman los documentos de la negociación.


¿Por qué se interrumpieron aquellas negociaciones, si estaban tan avanzadas? Fue Barak quien pidió su suspensión, para no interferir en la campaña electoral israelí. En diciembre se había visto forzado a dimitir del cargo y convocar elecciones anticipadas para principios de febrero. Tres meses antes, Sharon había entrado en la Explanada de las Mezquitas rodeado de militares, provocando así el estallido de la segunda Intifada. ¿Qué concesiones se hicieron en Taba que permitieron vislumbrar la paz? Seguiremos en la Vuelta que viene.


En Taba hubo una esperanza (y 2)


Article publicat a “El Ciervo” el novembre del 2008


Cerramos con este artículo nuestra serie palestina. Concluíamos la Vuelta del mes pasado con el recuerdo de las negociaciones de Taba, a finales de enero del 2001, a pocos días de las elecciones que catapultaron a Ariel Sharon como primer ministro israelí y confirmaron la deriva violenta de la segunda Intifada, iniciada unos meses antes. La escalada entre la represión del Ejército israelí y los atentados suicidas de las milicias palestinas puso en jaque todos los avances conseguidos hasta el momento en base a los Acuerdos de Oslo. En la opinión pública mundial quedaron grabadas las imágenes del cerco de Ramala durante varios meses del año 2002, el bombardeo de la Mukata con Arafat resistiendo en su interior, o la masacre perpetrada por los tanques y la aviación israelíes en el campo de refugiados de Jenín.


Pero Taba, como dijimos, puso la paz al alcance de la mano. No es ahora, en el marco del proceso iniciado en Anápolis –a pesar de lo que filtran los negociadores israelíes- que el acuerdo está más cerca que nunca en 60 años. Fue entonces cuando las dos partes estuvieron a punto de alcanzar un compromiso histórico en cada uno de los puntos hasta ahora irresolubles de este conflicto eternizado. ¿Cuales fueron las propuestas de las partes que dieron pie a la esperanza?


Fronteras. Los israelíes propusieron devolver el 94% de Cisjordania y anexionarse el 6% donde se encuentran los mayores asentamientos. A cambio, cederían un 3% de su territorio, como por ejemplo las dunas de Halutza, en el desierto del Neguev, contiguas a Gaza, más otro 3 % para permitir una “conexión segura” por tierra entre Cisjordania y Gaza. La retirada de los territorios ocupados incluía, por cierto, el fin del increíble y humillante asentamiento del centro de Hebrón. Israel renunciaba también a mantener la soberanía del valle del Jordán, que hubiera supuesto algo tan inverosímil como mantener bajo control israelí la frontera oriental del Estado palestino con Jordania.


Por su parte, los palestinos accedían a ceder el 2% del territorio de Cisjordania donde entonces vivían dos terceras partes de los colonos israelíes. A cambio, exigían territorios israelíes de la misma extensión. La retirada israelí tenía que efectuarse en dieciocho meses, según los palestinos, o en tres años, según los israelíes.


Jerusalén. Los israelíes aceptaban que la ciudad fuera la capital de los dos Estados: Jerusalén Oeste, capital de Israel, y Jerusalén Este, capital de Palestina, de tal manera que los barrios árabes de Jerusalén Este quedasen integrados en el Estado palestino. Los palestinos accedían a dejar a Israel los barrios de Jerusalén Oeste que se anexionó en 1967 a raíz de la guerra de los Seis Días.


En cuanto a los Lugares Santos, los palestinos reclamaban la soberanía sobre la Explanada de las Mezquitas y los israelíes sobre el Muro de las Lamentaciones. Se trata de algo físicamente difícil, porque como se sabe el Muro es el apoyo sobre el que se sostiene la Explanada. Las partes no descartaron la idea de que los Lugares Santos quedasen bajo control de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de NNUU por un período determinado.


Refugiados. Israel, por primera vez, reconoció el “derecho al retorno” que establece la resolución 194 de NNUU, siempre y cuando se hiciera una aplicación flexible del mismo. A los refugiados se les ofrecerían cuatro opciones: el retorno a Israel; el retorno al nuevo Estado palestino o a las nuevas tierras del Neguev cedidas por Israel; la instalación definitiva en su lugar de residencia (Jordania, Siria, Líbano, etc.); o la marcha a otros países –como por ejemplo Canadá, que habían hecho saber su disposición a acoger contingentes importantes de refugiados palestinos-. A partir de aquí, Israel aceptaba el regreso al país de 25.000 refugiados en los tres primeros años, mientras que los palestinos no estaban dispuestos a aceptar menos de 100.000. Al mismo tiempo, descartaban replantear el carácter judío del Estado israelí.


¿Sería posible que el proceso de Anápolis recuperara las negociaciones en el punto en que quedaron en Taba? Ciertamente, ha llovido mucho desde entonces, con una Intifada y la muerte (o asesinato) de Arafat por en medio, el auge de Hamás, la retirada de Gaza y la guerra civil palestina en la franja. Pero el fondo del conflicto sigue siendo el mismo. Todos deseamos que la llegada de la nueva líder de Kadima al frente del gobierno, Tzipi Livni, sirva para llevar a Israel de nuevo al nivel de concesiones que Barak parece que estuvo a punto de hacer en enero del 2001. En cualquier caso, sólo una propuesta como aquella podría permitir un acuerdo definitivo y estable y traer, por fin, la paz. En cualquier caso, está en manos de los israelíes que la esperanza de Taba se convierta en realidad.


Crimen de guerra


Article publicat a “El Ciervo” el febrer del 2009


Cuando el 2008 dedicamos nuestras “Vueltas” a Palestina, no imaginábamos que al cabo de tan poco asistiríamos al horror incalificable que ha se vivido en Gaza a inicios del 2009. Acabamos nuestra serie convencidos de que no volveríamos a hablar de este tema en mucho tiempo.

Decía el párrafo final del último artículo de la serie, escrito en octubre pasado: “Todos deseamos que la llegada de la nueva líder de Kadima al frente del gobierno, Tzipi Livni, sirva para llevar a Israel de nuevo al nivel de concesiones que Barak parece que estuvo a punto de hacer en enero del 2001. Sólo una propuesta como aquella podría permitir un acuerdo definitivo y estable y traer, por fin, la paz. Está en manos de los israelíes que la esperanza de Taba se convierta en realidad.” Tal era nuestra buena fe hacia los líderes israelíes que a penas unas semanas después liderarían la peor masacre de palestinos desde 1967. Es imposible errar, por ingenuidad, de manera más clamorosa.


La comunidad internacional tiene normas: el derecho internacional existe. El derecho de los conflictos armados y el derecho humanitario, definidos en las Convenciones de Ginebra, vienen a ser al derecho internacional lo que el derecho penal es al derecho estatal. El ejército de Israel, bajo las órdenes de su gobierno, ha cometido gravísimas violaciones de este derecho durante los veintidós días que ha durado su cruel, inhumana e injustificable ofensiva.


Por esto, a la hora de hacer un balance, lo primero es no centrarse en los actores del conflicto, sino en sus acciones. No hablemos de Hamás y de Israel, porque por este camino acabaremos en la equidistancia, con el argumento de que unos son terroristas y los otros un Estado democrático. Hablemos de los hechos: una acción militar que tenía el objetivo “oficial” de acabar con los lanzamientos de cohetes desde Gaza ha causado 1.300 muertos, entre ellos más de 400 niños, más de 5.000 heridos graves, devastación de las infraestructuras básicas, incluidas las escuelas y los almacenes de alimentos de la ONU, y un desastre humanitario sin parangón.


Dicen que Hamás también es responsable de los muertos civiles de Gaza, que los utiliza de escudos humanos, que mezcla niños con milicianos. Pero, ¿acaso no es Gaza el territorio más denso del mundo? La comarca del Maresme tiene exactamente las mismas dimensiones que la Franja: pongan en ella todos los habitantes de la ciudad de Barcelona. Es físicamente imposible separar la infraestructura de Hamás de la población civil. Imposible atacar la una sin asesinar a la otra. Y más cuando las fronteras de Gaza están selladas por un sitio –ilegal- que dura ya dieciocho meses y que ha impedido escapar. Se trata del primer conflicto sin refugiados en siglos: la Franja ha sido una ratonera masacrada de la cual los civiles no han podido huir.


Cuando decimos que la ofensiva israelí ha sido desproporcionada no estamos utilizando simplemente un adjetivo. Nos estamos refiriendo a un principio jurídico: el derecho de guerra se basa en los principios de distinción, proporcionalidad, necesidad militar y precaución de los ataques. Quien infringe estos principios, a juicio del derecho “penal” internacional está cometiendo un acto ilegal, un delito, un crimen. En la guerra, quien mata al margen del principio de proporcionalidad es un criminal. Hablar de desproporción no es una simple descripción: es una incriminación penal.


La Autoridad Nacional Palestina estudia denunciar al gobierno de Israel ante la ONU por crímenes de guerra. Richard Falk es un judío norteamericano. Es además el relator de la ONU para los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos ocupados. El 10 de enero acusó al gobierno de Israel de cometer crímenes de guerra y contra la humanidad y de violar masivamente las leyes internacionales humanitarias, y ha pedido que sea juzgado por un tribunal internacional. ¿Por qué Israel ha matado, con plena conciencia, a más de 1.000 civiles inocentes justo cuando el mundo intenta entrar en una nueva era? ¿Por qué el mundo lo ha permitido?