29 de desembre, 2005

Carta abierta a algunos amigos inquietos

Queridos amigos:

He visto vuestro nombre entre los firmantes del Manifiesto de los intelectuales preocupados por la supuesta deriva nacionalista del actual gobierno de izquierdas de la Generalitat. Celebraré siempre cualquier iniciativa que contribuya a promover el debate público sobre un asunto fundamental para la vida política de cualquier sociedad, como es la cuestión de la relación entre ciudadanía e identidad, a menudo confusa y difícil. Permitidme, sin embargo, que discrepe también públicamente de varias de las afirmaciones que hacéis en vuestro Manifiesto, que a muchos nos han parecido, sinceramente, poco acordes con la realidad.

1. Decís que con al cambio político en Catalunya no hemos ganado mucho, porque simplemente hemos pasado del nacionalismo de derechas a un nuevo nacionalismo de izquierdas, en el que quedaría incluido el propio PSC. “Todo parece indicar –escribís- que, al elegir como principal tarea política la redacción de un nuevo Estatuto para Catalunya, los símbolos han desplazado una vez más las necesidades.” Creéis, entiendo, que hemos abandonado el deber prioritario de un gobierno de izquierdas, la garantía y la promoción de los derechos sociales, en favor de las cuestiones identitarias.

Sin embargo, a nadie se le escapa que en el centro del debate del Estatut está la reforma de la financiación de la Generalitat. Y a nadie se le escapa, tampoco, que la debilidad de las políticas sociales del Estado del bienestar catalán se debe, no exclusivamente pero si en muy buena medida, al déficit de financiación que sufre la Administración catalana. También a un modelo social conservador que ha presidido las políticas públicas del nacionalismo reinante durante dos décadas. Por cierto que los presupuestos de la Generalitat para el año 2005 –a fin de cuentas, es en el presupuesto donde mejor quedan plasmadas las prioridades políticas- supusieron un espectacular aumento de la inversión pública del 65% en relación al año anterior, la mayor parte de la cual está destinada a equipamientos sociales. Es el mayor incremento en 25 años de autonomía.

Pero todo ello no quita que la mejora de la financiación no sea una condición, si no suficiente, si completamente necesaria para un verdadero fortalecimiento de los derechos sociales de los ciudadanos de Catalunya. Por esto, me parece incomprensible que apeléis a determinados sectores de la ciudadanía de Catalunya -esto es, aquellos catalanes que menos se identifican con el debate identitario, como por ejemplo los votantes socialistas del cinturón barcelonés- a rebelarse contra la deriva nacionalista del govern, si como prueba máxima de tal deriva ponéis la redacción del nuevo Estatut. Porque, precisamente, los más beneficiados de la mejora de la financiación serán estos ciudadanos: aquellos que verán garantizada su igualdad de oportunidades en mayor medida como mayor calidad ofrezcan los servicios públicos catalanes.

Sin duda, estos catalanes quieren que el sistema de financiación del Estado sea un sistema solidario. Y los partidos de la izquierda catalana también. Pero que el sistema de financiación de las CCAA españolas sea solidario no quita que sea justo. Y hasta ahora no lo era. Es razonable que el conjunto de los ciudadanos de Catalunya pague más impuestos, de media, que el conjunto de los ciudadanos de Extremadura, por poner un ejemplo. Puesto que la riqueza media en Catalunya es mayor que en Extremadura. Pero no es razonable en absoluto que los ciudadanos de Catalunya reciban, de media, bastante menos dinero para financiar sus servicios públicos, administrados mayoritariamente por la Generalitat, que los ciudadanos de Extremadura. Porque ello atenta contra el principio de igualdad. Que a lo hora de pagar impuestos los más ricos paguen más, pero que a la hora de cobrar todos los ciudadanos del Estado cobren –en especies, es decir, en servicios públicos- igual.

2. Más allá de lo que explique cierta prensa, el debate sobre el Estatut no ha sido, fundamentalmente, un debate de tipo identitario. De hecho, a parte de la financiación, otra de las novedades fundamentales del nuevo Estatut será la inclusión de una Carta de Derechos de marcado carácter social. Una propuesta, por cierto, bastante discutida desde algunos ámbitos del mundo académico, que ponen en cuestión la oportunidad jurídica una Carta así en un Estatut que no puede tutelar derechos fundamentales. Pero, sobre todo, muy discutida desde los partidos conservadores catalanes, CiU y PP, que consideran que hará del Estatut un texto marcadamente socialdemócrata.

Por encima de cualquier otra consideración, es necesario comprender que la reforma del Estatut es la condición que hizo posible un gobierno de izquierdas en Catalunya, objetivo prioritario del PSC y de todos aquellos que nos sumamos a su proyecto. Una característica de la izquierda catalana es su dispersión en relación a esto que los politólogos llaman el “eje España-Catalunya”. ERC, PSC e ICV pueden coincidir básicamente en su concepción de las políticas sociales y en su modo de orientar el Estado del bienestar, pero están bastante alejados entre sí en su concepción de la relación con España y en los sentimientos de pertenencia nacional de sus respectivos votantes.

Este era el punto de partida para construir una mayoría gubernamental de izquierdas. En democracia, todos los modos de entender la relación con España –así como todos los sentimientos de pertenencia- son igualmente legítimos, siempre que respeten los derechos fundamentales y los procedimientos institucionales marcados por la Constitución. Todos igualmente legítimos, aunque los federalistas defendamos uno muy concreto con toda convicción y discrepemos de los demás.

A cuenta de esta dispersión de las izquierdas catalanas en el “eje España-Catalunya” el nacionalismo conservador gobernó más de dos décadas. La operación fue bastante simple: CiU consiguió centrar el debate político catalán en este “eje España-Catalunya”, también con el objetivo de acentuar entre las izquierdas catalanas aquello que más las desune. Divide y vencerás.

Una reforma del Estatut era el único modo de alcanzar un punto de encuentro razonable entre las fuerzas políticas de la izquierda catalana en aquél asunto que hasta ahora las había dividido. ¿Nadie se da cuenta de lo milagroso que es que políticos tan alejados en su visión de España como Celestino Corbacho y Joan Puigcercós, por poner dos ejemplos al azar, apoyen un mismo proyecto de Estatut y un mismo proyecto de reforma federal del Estado?

El Estatut, insisto, permitía construir un punto de encuentro razonable –identificable con el federalismo como vector de síntesis entre fuerzas divergentes- en aquél asunto que más ha dispersado tradicionalmente la mayoría política de Catalunya, que como todos sabemos es una mayoría de izquierdas. Y sin este lugar razonable de encuentro entre sentimientos de pertenencia tan dispares, un govern de izquierdas en Catalunya no hubiera sido más que una ilusión.

Sólo resolviendo previamente este escollo intrínseco a la legítima composición de la izquierda catalana, era posible devolver el debate político catalán al “eje izquierda-derecha”. Aquellos que apostamos por la igualdad de oportunidades en serio y por la justicia social creemos que, en una sociedad que se desarrolla en el marco de un sistema económico capitalista, el eje natural de la política debe ser la confrontación “izquierda-derecha”. Por esto, creemos que Catalunya había vivido durante dos décadas en una situación de anormalidad. Y por ello celebramos la llegada de una mayoría de izquierdas, capaz de poner la confrontación ideológica normal -y no la confrontación identitaria- en el centro y en el día a día de nuestro sistema político, tal y como ocurre en todas las democracias normales de Europa.

3. Decís: “La nación, soñada como un ente homogéneo, ocupa el lugar de una sociedad forzosamente heterogénea.” Proponéis, entiendo, que alguien emprenda un proceso de des-nacionalización de los partidos catalanes. Según vuestra visión, el nacionalismo ha impregnado hasta tal modo la política catalana que incluso un partido como el PSC, que se pretende federalista, es en realidad presa fácil de la cosmovisión nacionalista.


Creo que al PSC y a aquellos que apoyamos su proyecto nos ocurre, ante una crítica de este estilo, un poco como a alguien que midiendo metro ochenta es acusado de medir metro sesenta. La crítica queda incomprendida y, en consecuencia, no es atendida seriamente. Nunca en el PSC habían ocupado lugares de tanta relevancia aquellos que proceden de la inmigración, aquellos que pertenecen a la Catalunya que habla en castellano en sus casas. Dudo que políticos como José Montilla o Manuela de Madre puedan ser rehenes de la visión del mundo característica del nacionalismo catalán.

Los federalistas, en cualquier caso, creemos que es preciso tomarse muy en serio la diferencia entre ciudadanía e identidad. La ciudadanía es una y única, común a todos aquellos que conviven en un mismo espacio político. Las identidades son múltiples y diversas, y cada cual tiene la que quiere. El nacionalismo, en efecto, puede fácilmente caer en la tentación de identificar confusamente ciudadanía e identidad. Conlleva un riesgo intrínseco de pretender la homogeneidad y no respetar adecuadamente la pluralidad de identidades. La identidad es cultural y la ciudadanía es política. Y el nacionalismo pretende una adecuación unívoca de las geografías de lo político y lo cultural, dos geografías que en la realidad social se interrelacionan entre sí, sin duda, pero que nunca se identifican.

Por esto, desde una lógica federal como la que caracteriza al socialismo catalán, que aspira a preservar la autonomía entre ambas geografías, la crítica del nacionalismo forma parte, hasta cierto punto, de su combate por la hegemonía ideológico-cultural. Una crítica que desconfía de una filosofía política que tiende a poner los derechos de los pueblos por encima de los derechos de las personas, o que a menudo hace de la diversidad cultural e identitaria una excusa para poner en entredicho la igualdad fundamental de los derechos de todos los ciudadanos.

Pero si hacemos crítica del nacionalismo hay que hacerla de todos, no sólo de uno. Probablemente, haya que discutir las bases ideológicas del nacionalismo catalán, pero tanto o más hay que hacer lo propio con el nacionalismo español. Que también existe, aunque algunos se nieguen absurdamente a reconocerlo. Creo que no me equivoco si digo que para los federalistas catalanes no tiene mucho interés estar única y exclusivamente en contra del nacionalismo catalán. Es una postura coherente, desde el punto de vista intelectual, ser “anti-nacionalista”; pero parece a todas luces sospechoso ser “anti-nacionalista catalán” y nada más.

Es más: no creo que tenga el más mínimo interés estar en contra del nacionalismo catalán, si la crítica se hace en nombre y desde del nacionalismo español. Que, por cierto, a lo largo de su historia ha cometido muchos más atropellos de los derechos de los ciudadanos que cualquiera de los nacionalismos periféricos que hay hoy en el España. Y, sinceramente, sólo desde un arrebato de nacionalismo español se puede llegar a tildar a ERC de “partido de la extrema derecha catalana”.

4. Siendo un poco rigurosos, habría que precisar la terminología que utilizamos en los medios de comunicación habitualmente unos y otros para hablar de estas cosas: la alternativa al “nacionalismo” como concepción política no es propiamente el federalismo, aunque en el debate político español y catalán haya quedado establecido así. El federalismo se refiere a una manera de distribuir verticalmente el poder político y administrativo que no pretende dar solución al problema de la diferencia entre ciudadanía e identidad -que es el problema que tenemos encima de la mesa en nuestro país- sino al principio de subsidiariedad, con el fin de aprovechar las ventajas, en términos de legitimidad y de eficacia, que proporciona la descentralización de aquél poder.

La alternativa al “nacionalismo” sería, propiamente hablando, el “patriotismo constitucional”: una manera de entender la comunidad política fundamentalmente como un espacio público donde todos sus habitantes comparten unos mismos derechos y deberes, que los constituyen como ciudadanos. El “patriotismo constitucional” sólo cree en una nación de carácter político: la “Nación de ciudadanos”.

Sin embargo, en una verdadera “Nación de ciudadanos” la ciudadanía común está debidamente separada de las identidades (culturales, nacionales, lingüísticas) particulares. Pero, por esto mismo, estas diversas identidades son todas ellas respetadas adecuadamente, porque la ciudadanía común las ampara todas. Entre los derechos propios de una “Nación de ciudadanos” realmente democrática y digna de tal nombre, uno de los derechos básicos de la ciudadanía debe ser, precisamente, el derecho a la propia identidad (cultural, nacional, lingüística).

A veces, en España el escándalo surge cuando se recuerda que entre los derechos democráticos está, y no en un lugar secundario, el derecho a la propia identidad: a la propia lengua, a la propia cultura, a los propios símbolos y a la propia memoria histórica compartida. Por este motivo, no puede haber verdadera igualdad de ciudadanía sin respeto de la diversidad, porque las identidades son afortunadamente diversas. Y en esta dialéctica entre igualdad y diversidad parece estaremos enfrascados -en España, pero también en Europa- durante un buen tiempo.

Por definición, la “Nación de ciudadanos”, fundada en una colección de derechos y deberes comunes, no está circunscrita a un espacio cultural o geográfico determinado, ni de manera natural ni de manera permanente. Es, en consecuencia, una “Nación” susceptible siempre de ser ampliada, a diferencia de las “naciones culturales” que tienen unos límites determinados por los rasgos particulares de una determinada identidad. Dado que los derechos de ciudadanía son, por su propia naturaleza, derechos de vocación universal (derechos humanos), la “Nación” de la que nos habla el “patriotismo constitucional” deberá siempre la mayor posible en cada momento histórico dado.

Repitamos esta idea: sólo se puede estar coherentemente del lado del “patriotismo constitucional” si se reconoce que la comunidad política con mayor legitimidad -aquella con el que uno debe identificarse si está realmente convencido de que es la ciudadanía y no la identidad lo que funda la “Nación”- es la mayor posible en cada circunstancia histórica. Porque si los derechos son vocacionalmente universales, estarán más perfectamente realizados como más universal sea su ámbito de aplicación, es decir, como mayor sea el espacio político en que imperan.

En nuestro caso, este espacio mayor posible hoy se llama Unión Europea. Más allá de que nos satisfaga el curso que lleva el proceso de construcción europea en este momento crucial de su historia, lo que parece difícil de negar es que hay una vinculación más o menos inmediata entre el “patriotismo constitucional” y la unificación política de Europa. La construcción de una única comunidad política en Europa, con unos mismos derechos, unas mismas leyes, una misma Constitución y unas mismas instituciones para todos los ciudadanos, es el horizonte deseable para todos aquellos que creen coherentemente en la idea de “Nación de ciudadanos”. Europa es la patria grande -la “Nación”- de todos aquellos que consideran que es la ciudadanía la que funda las patrias.

Llamemos, para entendernos, “federalismo europeo” a esta corriente partidaria de construir una comunidad política europea unificada, fundada en una ciudadanía europea común. El federalismo europeo es, pues, la desembocadura natural de aquellos que -contra los nacionalismos que quieren identificar unívocamente identidad y ciudadanía, comunidad cultural y comunidad política, “nación” en el sentido histórico/cultural y “Nación” en el sentido jurídico/político- se identifican con el “patriotismo constitucional”. Así lo ha explicitado el propio inventor del concepto: Jürgen Habermas es uno de los más fervientes defensores del federalismo europeo y de la necesidad de una Constitución para la UE.

Proponéis al final de vuestro Manifiesto la creación de un nuevo partido político catalán: “Este partido, identificado con la tradición ilustrada, la libertad de los ciudadanos, los valores laicos y los derechos sociales, debería tener como propósito inmediato la denuncia de la ficción política instalada a Catalunya.” Creo que, mejor que proponer la creación de un partido no nacionalista e ilustrado en Catalunya –porque ya existe- lo que realmente nos hace falta en este momento histórico crucial es la creación de un verdadero “partido europeo de izquierdas”.

Un partido capaz de liderar la unificación política de Europa para construir la “Nación de ciudadanos” más extensa que podemos tener hoy a nuestro alcance. Porque sin unidad política, Europa lo tendrá muy difícil para preservar su modelo social y su Estado del bienestar -ya de por sí bastante maltrecho- en un contexto de globalización económica como el actual. El bloqueo del proceso de integración política europea: éste es el principal riesgo, hoy, para el futuro de los derechos sociales de los ciudadanos de Catalunya, y no el nacionalismo catalán. Y habrá que hacer votos para que el nacionalismo español no se convierta, como lo ha sido tantas otras veces, algunas de ellas demasiado recientes, en uno de los enemigos a batir para superar este bloqueo.

1 comentari:

Anònim ha dit...

hola toni, te escribo muy preocupado por la irrupcion del nuevo partido ciudadanaos de catalunya.
tu argumentacion es buena, pero tu y yo sabemos que algunas declaraciones de maragall excesivamente nacionalistas,que no catalanistas...estan confundiendo a muchos votantes tradicionales del psc.hablo con conocimiento de causa.solo te dire que soy uno de los muchos catalanes hijos de inmigrantes que ha sido reiteradamente excluido por los pijos de ciu primero, los listos de erc despues y por los sociatas siempre. ademas, me estan tentando a entrar en el nuevo partido tanto familiares como conocidos varios...
soy antipp hasta el tuetano pero el psc se esta equivocando, y mucho.no te digo mi prevision de voto para el psc en las autonomicas porque te deprimirias, toni, y acierto casisiempre...te lo puedo demostrar.
en las bases de este nuevo partido hay gente muy maja que esta harta de la prepotencia de los nacionalistas de aqui,,, tu los conoces asi que no te hace falta que te lo explique.
lo malo es que con amigos como el sabater, convivencia civica catlana y algunos mas me parece que detras de toda esta operacion esta un sector del pp digamos que vidalcuadristas...si si se les puede a cusar al arcadi y al boadella DE POPULISTAS pero no de fachas, aunque ellos no se cortaran el otro dia de tachar de burrro al maragall y de provocar a los de erc, que como todos sabemos tienen la piel muy fina..
bueno toni, eso mientras siga el enfrentamiento entre el sector maragall y el sector montilla, para entendernos, el psc esta bloqueado...desde sitges que yo estaba alli toni...
un saludo de un exmilitante de tu partido,,, ya me identificare cuando yo quiera toni,,, tengo que investigar un poquito mas a estos del boadella... y sinceramente no se si tus compañeros del psc(salvo honrosas excepciones como la peña del iceta) se merecen que les explique lo que averigue...como te he dicho los burqueses del psc me han tratado cochinamente en el pasado... te acuerdas del borrell y de lo que nos paso a los que le apoyamos abiertamente? pues eso..un abrazo y animo...gente como tu y quien sabe como yo, tendremos que reconstruir el psc dentro de unos años... y ya te digo en politica no me equivoco mucho...solo que ahora me interesan mas las consecuencias de lla guerra globasl contra el terror y sus implicaciones en la globalizacion que esto que va a pasar y pronto en catalunya...
por cierto, vete preparando para un no al estatut, toni.como te lo digo...