03 de gener, 2007

Cataluña: nuevo gobierno de izquierdas

El 2003, el tripartito, el primer gobierno catalanista y de izquierdas, levantó unas expectativas enormes entre la sociedad catalana progresista. No era para menos: por primera vez desde la guerra civil, desde hacía casi 70 años, llegaban las izquierdas catalanas al gobierno del país. Después de 23 años de nacionalismo conservador, la ilusión por el proyecto encabezado por Pasqual Maragall era muy alta y estimulante.

¿Qué esperaba aquella gente del gobierno al que habían votado, ya fuera a través del PSC-CpC, de ERC o de ICV-EUiA? Esperaban unas políticas progresistas, muy especialmente en el ámbito social (acordes con una sociedad catalana, según todos los estudios sociológicos, más bien escorada hacia la izquierda). Y, ¡oh paradoja!, estas son precisamente las políticas que ha hecho el tripartito durante estos tres años de legislatura.


¿Cuál era el principal problema de la escuela en Catalunya? Su división entre dos redes, la pública y la concertada, ambas financiadas con fondos públicos, pero con un grado de accesibilidad muy distinto. La pública era efectivamente gratuita, mientras la concertada lo era sólo en teoría. Consecuencia: los alumnos inmigrantes se concentraban (8 de cada 10) en la pública y la calidad de las dos redes, en consecuencia, había ido divergiendo. Colofón: la igualdad de oportunidades en riesgo. Pues bien, el Pacto Nacional por la Educación, una de las principales obras del tripartito, puso el rumbo para corregir este grave problema.

¿Cuál era el principal cáncer de la sanidad? Un déficit financiero estructural de 600 millones de euros anuales. Pujol se quejaba a todas horas de que la financiación sanitaria recibida del gobierno central era insuficiente. Pero cuando los gobiernos de Madrid dependían de él no consiguió resolverlo. El tripartito arrancó a Zapatero un nuevo pacto para la financiación de la sanidad que resuelve el déficit estructural de la sanidad, no sólo de Catalunya sino del resto de CCAA.

Podríamos seguir hasta el aburrimiento. Las plazas de guardería públicas son fundamentales para permitir la incorporación de la mujer al trabajo. Pues bien, durante 23 años de CiU se construyeron 30.000 plazas y en sólo 3 años de tripartito ya se han empezado a construir 25.000. Podríamos hablar de las viviendas protegidas (que se han disparado hasta 35.000 en sólo tres años), o de la célebre Ley de Barrios, que ha invertido 600 millones de euros (para la renovación urbanística y de los servicios sociales) en los barrios y cascos urbanos más degradados de los principales pueblos y ciudades de Cataluña.

Esta es la obra que muchos ciudadanos catalanes de izquierdas esperaban y esta es la obra que se ha hecho. Sin embargo… las elecciones se han avanzado un año, el clima general entre el votante progresista no era, ante las elecciones del 1 de noviembre, de excesiva euforia, por no hablar de franca desilusión o desmotivación. ¿Qué le ha ocurrido, pues, a este primer gobierno catalanista y de izquierdas?

Ha cometido dos pecados principales. El primero, no mostrar ante la opinión pública un grado suficiente de cohesión interna y dirimir sus discrepancias en público. En parte, no ha hecho sino lo propio de cualquier gobierno de coalición de cualquier país de Europa complejo y plural como el nuestro. ¿No habría, pues, que preocuparse por las desavenencias entre socios? No exactamente. Por un lado, viniendo como veníamos de un gobierno casi unipersonal de 23 años, algunas discrepancias lógicas han parecido excesivas. Por otro lado, el tripartito, falto de experiencia de coalición, ha llevado la temperatura de las discrepancias públicas más allá de lo que es habitual en los termómetros europeos. Ni tanto ni tan poco: esto es lo que habrá que corregir.

Por otro lado, el gobierno catalán pecó al ceder todo el protagonismo de la agenda política al Estatut. ¿Había que hacer un nuevo Estatut? Sí, entre otras cosas porque el desarrollo federal de España es bueno. Y además porque una parte importante de la sociedad catalana aspiraba a unas mayores cotas de autogobierno dentro de la Constitución (al menos, todos los votantes del referéndum del 18 de junio más aquellos que votaron en contra por considerar que el Estatut era insuficiente).

Recordemos que el sistema autonómico español había dejado al margen de la descentralización dos pilares básicos del Estado: la Hacienda y la Justicia, dos pilares básicos del Estado moderno. Una vez la descentralización ha dado sus frutos en campos como la educación, la sanidad y tantos otros, era ya hora de descentralizar también la administración de justicia y la fiscal. Estos son los dos principales cambios que promueve el Estatuto catalán, además de conseguir una justa democratización de los símbolos y las identificaciones nacionales.

¿Era este el mejor momento para hacer la reforma estatutaria? ¿Hacía falta empezar la obra del tripartito por aquí? Aquí, como el verso, las opiniones son libres. A posteriori, se puede hacer todo tipo de elucubraciones. Que el Estatut es políticamente bueno, para Cataluña y para el conjunto de España, no haya la menor duda. Que fuera estratégicamente oportuno ponerlo como la principal prioridad del gobierno catalán, esto ya es más discutible. En cualquier caso, para uno de los socios del tripartito, ERC, era una condición necesaria, y lógica si uno recuerda que este partido estuvo en contra del Estatut del 79 y, por lo tanto, para subirse al carro de las instituciones necesitaba una justificación política que sólo un nuevo Estatut podía proporcionarle.

Con todo, la sociedad catalana le ha dado al gobierno catalanista y de izquierdas, ahora Entesa Nacional pel Progrés, una segunda oportunidad. De 74 diputados, la mayoría progresista ha pasado a 70, cuando la mayoría absoluta es de 68. La reforma social ya empezada debe continuar por el mismo camino. Sin embargo, ahora será más fácil que protagonice el relato público. España, la España progresista, debería entender que optar por una coalición así es primar, en Catalunya, el eje izquierda-derecha. Algo de lo que debería alegrarse todo ciudadano comprometido con los valores de la igualdad y la justicia social.

Un pacto del PSC con CiU hubiera supuesto, por lo contrario, poner por delante el eje identitario, esto es, el eje España-Catalunya. (En efecto, el catalanismo federalista del PSC está más cerca, en teoría, del nacionalismo confederalista de CiU que el independentismo pacífico de ERC). Esta es, en fin, la gran pregunta que deberíamos hacernos todos: ¿qué eje priorizamos?, ¿izquierda-derecha?, ¿el eje identitario? ¿Se puede realmente de izquierdas sin poner el eje izquierda-derecha por delante?

Artículo publicado en la revista El Ciervo (diciembre 2006)